Crisis española y los tabúes del 15-M – Parte III (y última)

Crisis española y los tabúes del 15-M (III) – EUROPA SOBERANA

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Los banqueros mundiales, accionando algunos simples resortes que controlan el flujo del dinero, pueden construir o destruir economías enteras. Controlando las publicaciones de prensa sobre estrategias económicas que dan forma a las tendencias nacionales, la élite del poder es capaz, no sólo de estrechar su dominio sobre la estructura económica de esta nación, sino de extender ese control a lo largo del mundo. Aquellos que poseen semejante poder querrían, lógicamente, permanecer en segundo plano, invisibles para el ciudadano medio.

(Aldous Huxley).

Las crisis se organizan de manera consciente para robarle el dinero al pueblo.

(Antonio Sáez del Castillo).

Llegamos a la última parte de este artículo, que en modo alguno pretende ser un estudio exhaustivo ni mucho menos, sino sólo un resumen de algunas ideas sobre la crisis actual. En la primera y segunda partes hemos visto cómo la globalización tiende a igualar la forma de vivir, el salario, el nivel económico y el horizonte cultural de todas las personas del planeta —salvo de una minúscula élite plutocrática. Hemos visto cómo, cuando el sistema de poder político del Estado es a cuatro años, la sociedad está desarmada ante otros sistemas de poder, especialmente financieros y comerciales («los mercados») que sí planifican estrategias a muy largo plazo y que conocen al pueblo mejor de lo que el pueblo se conoce a sí mismo. Hemos visto cómo el Mercado (comparable al bajo vientre de una sociedad) está suplantando al Palacio (el corazón) y al Templo (el cerebro), y cómo se está intentando establecer en Europa un sistema económico más neoliberal y más americano, casi anarcocapitalista, en el que todo lo que dé beneficios sea privado y todo lo que dé pérdidas sea público.

Hoy en día nos indignamos cuando leemos que, durante la Edad Media, un campesino tenía que pagar un porcentaje de los frutos de su trabajo a un señor feudal. Sin embargo, actualmente la mayor parte del sueldo del trabajador medio se va en hipotecas, gastos necesarios y gastos innecesarios (consumismo), y termina en manos de banqueros y grandes empresarios. Al parecer, la doctrina oficial de «cualquier tiempo pasado fue peor» debe ser cuestionada, ya que el ser humano se va acercando cada vez más a su domesticación definitiva. «Libertad, igualdad, fraternidad», han resultado ser un cuento chino para entronizar a la burguesía mercantil, erigir una torre de Babel urbana, dejar a los pueblos en manos de «los mercados» —es decir, de los peores parásitos que existen en el mundo— y, en suma, para llegar a donde estamos ahora. El Mercado, emancipado del Palacio y del Templo, ha creado una economía financiera «abstracta», que se ha acoplado como una sanguijuela a la economía productiva «real», desangrando a los trabajadores y trasfiriendo la riqueza de países enteros hacia bancos, paraísos fiscales y paraísos esclavistas. En cuanto a las clases sociales del pasado, han sido abolidas. Hoy deben reconocerse sólo dos clases sociales:

Parásitos. A su vez se dividen en parásitos de altos vuelos (banca, grandes empresarios, políticos, famosillos, mafias, etc.) y parásitos de baja estofa (delincuentes, traficantes, buena parte de la inmigración, minorías privilegiadas, etc.).

Parasitados. El resto de la población. El trabajador honrado ha sido reducido al papel de pagar, callar y no molestar, para que las oligarquías económicas del mundo puedan seguir haciendo negocios y destrozando el planeta sin interferencias por parte de Estados soberanos, pueblos cabreados o líderes fuertes. Lo único que le queda al ciudadano honrado es, cada cuatro años, meter un papelito en una urna y decidir si nos gobierna el Banco Santander o el BBVA. A pesar de que cada vez paga más, de que cada vez sufre más congelaciones y recortes salariales, y de que el dinero cada vez tiene menos poder adquisitivo debido a la inflación, cada día son menos las prestaciones sociales a las que puede aspirar el trabajador español.

EL CONSUMISMO ES UNA ENFERMEDAD MENTAL

Nuestra economía enormemente productiva pide que hagamos del consumo nuestra forma de vida, que convirtamos en rituales la compra y el uso de bienes, que busquemos nuestra satisfacción espiritual, nuestra satisfacción del ego, en el consumo. La medida de estatus social, de aceptación social, de prestigio, se encontrará ahora en nuestros patrones de consumo. El mismo significado de nuestras vidas hoy es expresado en términos de consumo. Cuanto mayores sean las presiones sobre el individuo para que se conforme a los estándares sociales seguros y aceptados, más tenderá a expresar sus aspiraciones y su individualidad en términos de lo que viste, conduce, come —su casa, su coche, sus patrones alimentarios, sus aficiones.

Estas comodidades deben ser ofrecidas al consumidor con una urgencia creciente. Requerimos no sólo consumo «forzado», sino también consumo «caro». Necesitamos que las cosas se consuman, se quemen, se reemplacen y se descarten a un ritmo cada vez mayor. Necesitamos que la gente coma, beba, vista, conduzca, viva, con un consumo cada vez más complicado y, por tanto, más caro.

(Victor Lebow, economista estadounidense, «Price competition in 1955»).

«Mammon – Dedicado a sus seguidores» (1885), por George Frederick Watts. Decía el pintor: «la prosperidad material se ha convertido en nuestro verdadero dios, pero nos sorprendemos al ver que la adoración de esta deidad visible no nos hace felices». Mammon era el demonio de la codicia en la Europa medieval. El mammonismo es la gran enfermedad del mundo moderno; a través de la élite financiera, domina el horizonte mental de las masas. Sus armas son la banca privada, el dinero-fiat sin respaldo real, la deuda y el interés.

Es el hombre el que forja los valores, no los valores los que forjan al hombre. De esto se desprende que los valores de una sociedad son el resultado de sus actos habituales —que son a su vez el resultado de la herencia genética, el entorno y la voluntad individual. Una sociedad de cazadores, de campesinos o de soldados nunca producirá los mismos valores que una sociedad de mercaderes o de esclavos. Cuando un grupo de mercaderes y esclavos toma el poder, impone su comportamiento sobre la masa humana, que acaba adoptando su conducta y sus valores para poder sobrevivir en el nuevo modelo social. Hoy, esos valores son la codicia y el consumismo.

El consumismo es la promiscuidad de la economía, el modo que tiene la casta dirigente moderna de robarles a los trabajadores el dinero que les sobra, y de multiplicar las rentas del capital prestamista. Resulta muy instructivo entrar en un gran centro comercial: lo primero que se ve son docenas de complementos: bolsos, perfumes, joyas, gorros, adornos, zapatos. Estos complementos, ninguno de los cuales es necesario, están hechos a base de quemar recursos (muchos de ellos tóxicos) en diversas zonas del planeta. Muchos de estos recursos se aseguran mediante guerras que devoran seres humanos y más recursos. Los objetos de moda están fabricados en la otra punta del mundo empleando mano de obra prácticamente esclava, a menudo menores de edad que trabajan en condiciones infrahumanas y cuya esperanza de vida no pasa de los 40 años. Para traer el flamante producto a Occidente, es necesaria una buena cantidad de petróleo. Para distribuirlo a los diversos centros comerciales, se necesita más petróleo. (Huelga decir que, para asegurar el petróleo, también se producen guerras). Para venderlo a un precio mucho mayor que lo que costó elaborarlo y transportarlo, es necesaria una industria publicitaria, mediática y especulativa que se traga cantidades inmensas de capital, desviando talentos y energía creativa hacia un sector terciario hipertrofiado y obeso. Y finalmente, cuando el producto pasa de moda (de lo que enseguida se ocupa la publicidad, ya que eso acelera el ritmo del consumo), pasa a formar parte de una enorme cantidad de basura que contamina el medio.

Ninguno de los pasos de este ciclo ha producido riqueza real, tangible y perdurable para el pueblo, sino beneficios abstractos (papel-moneda, dinero fiat, cifras digitales de unos y ceros en los circuitos eléctricos de un banco) para una codiciosa élite capitalista —que usa estos beneficios de forma fraudulenta para adueñarse de la riqueza real (recursos, medios de producción, fuerza de trabajo, formación, instituciones, etc.) producida por otras personas.

Está muy claro que este ciclo vampírico de producción de chucherías no es sostenible y no es en absoluto necesario para la economía de un país, sino para la economía de una casta parasitaria. A esta casta no le interesa que la ropa sea sencilla y que dure toda la vida sin deteriorarse ni pasar de moda, que el individuo extraiga sus placeres y satisfacciones de actividades 100% gratuitas, o que los hábitos cotidianos de la sociedad sean austeros y sencillos. Para evitar esto, la élite capitalista se asegura de alimentar el consumismo con una feroz e histérica publicidad audiovisual.

Gracias a la publicidad, a la naturaleza misma del sistema económico, a los valores materialistas y a las inseguridades del hombre moderno, se han generado una serie de fenómenos insólitos y grotescos. Vemos cincuentonas desvencijadas, obesas, con transtornos digestivos, retención de líquidos y consumidoras de medicamentos, paradas ante escaparates, contemplando objetos inútiles, poco menos que con la baba colgando. Vemos hombres jóvenes con la vida por delante, que se hipotecan alegremente para comprar un zulo a 8 veces su valor real, o que se endeudan ansiosamente para comprar un BMW que estarán pagando todavía cuando esté en el desguace. Vemos niñas de 13 años gastándose el poco dinero que tienen en alcohol, ropa y maquillaje. ¿Qué tipo de valores produce una sociedad que se comporta así? Estamos confiriendo cualidades pseudo-divinas a los objetos y especialmente al dinero, lo cual es un problema espiritual grave, ya que plasmamos trozos de nuestro propio ser en cosas perecederas, en lugar de en la tierra, las ideas y otras personas. Es un pasaporte para el olvido. Estamos concediendo una importancia desmesurada al envoltorio del paquete (ropa, apariencia vivienda), en lugar de al contenido (cuerpo, mente, espíritu, vida, desarrollo, evolución), que es lo verdaderamente importante. Raro es el individuo que no cuida su coche más que su propia salud, o que no vigile la ropa que lleva puesta antes que las formas de su cuerpo, o que no está mucho más limpio por fuera que por dentro. Buena parte de la población tiene la mente y el cuerpo reventados, pero lo que más le preocupa es su protagonismo en la orgía consumista de esta civilización antinatural e inhumana. Son los esclavos de nuestro tiempo, máquinas de consumir a quienes el Mercado se ha metido en el bolsillo.

La «liberación femenina» y la desintegración de la célula familiar tuvieron un papel muy importante en la aceleración exponencial del consumismo después de la II Guerra Mundial. Que Amancio Ortega (Inditex, Zara) e Isak Andic (Mango) sean los hombres más ricos de España da una idea de hasta qué punto los hábitos de la mujer frustrada canalizan el dinero del pueblo a los bolsillos de la oligarquía capitalista. La mayor parte de la publicidad televisiva, así como el mercado inmobiliario en España, son otros dos ejemplos muy elocuentes. Se ha llegado a un punto en el que ya no importa si un producto se paga o no, lo importante es que se fabrique, se venda, se consuma, se reponga y que quien tenga que tirar de crédito y endeudarse, lo haga. Cuando el crédito se generaliza, el dinero le permite a la gente comprar más de lo que produce. Eso se ha traducido en que al país no le es necesario producir para poder consumir, de modo que puede permitirse importar más de lo que exporta, alimentando la industria de países extranjeros. La situación dura hasta que las entidades extranjeras cierran el grifo del dinero en el instante exacto que mejor convenga a su estrategia de dominación.

Consumismo significa que los bancos prestan dinero que no tienen, para que el individuo (que ha estudiado cosas que desprecia, para trabajar en un trabajo que odia, para comprar cosas que no necesita, para impresionar a personas que no conoce), pueda endeudarse por un dinero que nunca podrá pagar. En términos psicológicos, el consumismo es una enfermedad mental de adicción a la materia y al bajo vientre, que encadena el espíritu a lo bajo, miserable, mezquino e inmediato: al objeto, al dinero, a la vil «cosa». Los responsables de promover esta enfermedad mental han desangrado al planeta, al hombre y a los Estados, son los mayores criminales de nuestro tiempo y deberían ser juzgados en sus respectivos países por alta traición.

AUSTERIDAD

La austeridad es la antítesis lógica del consumismo. Actualmente, en el mundo «desarrollado», todos tenemos y gastamos muchísimo más de lo que realmente necesitamos. Está claro que esto no es ni sostenible ni necesario, y que está dañando tanto al hombre como al mundo.

El cuerpo y la vida terrenal están plagados de servidumbres materiales. Antaño, se respetaba a quien era capaz de reducir esas servidumbres a lo imprescindible, actualmente se las alimenta y exaspera, atándolas a las políticas económicas de entidades comerciales pulpoides, y quienes son siervos de sus propias servidumbres son promovidos como ejemplos a seguir. Los oligarcas capitalistas son, literalmente, los dueños del bajo vientre de la mayor parte de la población mundial.

No hay que confundir la verdadera austeridad con ese hipócrita «hay que apretarse el cinturón» predicado por banqueros y políticos. Austeridad no significa tercermundismo ni pobreza, significa no necesitar y no comprar cosas que son total, absoluta y manifiestamente innecesarias, cosas que, para colmo, requieren que los individuos, las familias y las instituciones públicas se endeuden, no sólo con la Naturaleza, sino con entidades financieras extremadamente peligrosas. Además, el dinero que el Estado y el individuo no se gastan en cosas redundantes, puede sin embargo gastarse en cosas que sí son necesarias, como la educación, la reforestación, las políticas de fomento de la natalidad, la lucha contra el crimen, la creación de industria, etc.

Y para que se vea por dónde van los tiros de lo «necesario», los tintes de cabello, los cosméticos, las cremitas reafirmantes, pagar 3.000 euros por una silla «de diseño», decorar la casa con objetos inútiles, comprarse tres bolsos cada año, los zapatos de tacón (ya no digamos tener diez pares de ellos), cambiar de coche cada 4 años, tener un coche de 200 caballos, utilizarlo hasta para ir a comprar el pan, hipotecarse y endeudarse para pagar un zulo por siete veces su precio real, «salir» (a consumir), «ir de compras» (como afición), pagarle una millonada a una periodista por contarnos la última fechoría de Belén Esteban, tener la TV encendida consumiendo energía para poder ver a dicha periodista, hacer lo mismo con el PC para contarle al colega por Facebook con qué mejunje nos cogimos la cogorza del finde, automedicarse con diez pastillas distintas cada día, talar bosques enteros para imprimir millones y millones de folletos publicitarios o formularios burocráticos ridículos, NO son cosas necesarias. Y lo que no es necesario, es un lastre inútil. De esto se desprende que hay secciones enteras de los centros comerciales, industrias enteras, negocios enteros, que deben ser eliminados como el tumor que son. Sin embargo, hacer ejercicio, descansar, comer bien, estar sano, desarrollar el cuerpo y la mente, ayudar a la sociedad, tener hijos, salvar a la especie y contribuir a la evolución del código genético humano hacia algo mejor, sí es necesario.

Una sociedad próspera pero austera, donde nadie pretenda aparentar ni ser más que el vecino sólo por sus posesiones, y con una economía basada en los recursos y las necesidades reales, sólo se podría alcanzar triturando la enfermedad mental del ego, para lo cual sería necesario fomentar el nacionalismo, el socialismo, el militarismo y la regimentación de toda la sociedad. La militarización de amplios sectores sociales además ahorraría muchísimos recursos. Si el concepto de familia tradicional ya es anticonsumista y por tanto antisistema, el concepto de militarismo socialista (entendiéndose como tal lo que Spengler predicó en «Socialismo y prusianismo») lo es incluso más: la vida de campamento, de cuartel o de monasterio, siempre es infinitamente más austera que el voraz individualismo de nuestro tiempo. El pasado tiene mucho que enseñarnos al respecto. Esparta fue probablemente el único Estado histórico que comprendió que el Mercado, los mercaderes extranjeros y los lujos de la civilización, son productos a los que hay que acercarse con el látigo en la mano y restringir de una forma radical. Licurgo, el líder que instauró el sistema espartano, supo convencer a los ricos para que abandonasen su codicia, y a las masas para entregarse a una vida disciplinada en servicio de su pueblo y su tierra. Hasta tal punto caló esto que a los espartanos les daba vergüenza ser vistos con oro o que sus compatriotas pensasen que eran ricos, y sacrificar sus vidas por el bien colectivo era para ellos motivo de orgullo. También las órdenes religioso-militares de la Edad Media europea demostraron el poder de una minoría ascética, adoctrinada, tensa y entrenada, por sobre una masa disgregada y floja. Por tanto, podríamos enumerar algunos puntos en lo tocante a una sociedad más eficaz:

Cambio radical de valores. Esto sólo puede venir de un cambio radical de conducta, adoptado espontáneamente o (más probable) impuesto por el Estado y/o las circunstancias. Si el hombre es el que influye en el mundo, no sirve de nada cambiar al mundo si no se cambia al hombre primero. El despilfarro, el derroche, el materialismo, lo superfluo y los tics consumistas, deben ser vistos como un pecado, y los consumistas como débiles mentales, gente con problemas que necesita ayuda.

El individualismo debe ser desmantelado. Hoy se ridiculizan todas las cosas (homogeneidad étnica, ideología, familia tradicional, identidad sexual, disciplina, patriotismo, altruísmo) que hacen que una sociedad sea fuerte y estable, y se promueven todas las cosas (inmigración, lucha de sexos, guerracivilismo, separatismo, tribus urbanas, hedonismo, nihilismo, egocentrismo, ombliguismo) que desestabilizan a la sociedad, haciéndola débil, vulnerable y fragmentada, y abriendo sus puertas al Mercado. (Ésta es la misma táctica utilizada por las sectas para lavarles el cerebro a sus miembros: arrancarlos de su marco pasado y cortar todos sus lazos sociales y familiares). El individuo debe aprender a trabajar en equipo y formar parte de una máquina social viva y unida, lo cual satisfará además sus necesidades de índole «tribal» y lo preparará para fundar su familia.

Economía localista: además de eliminar la dependencia de la sociedad de multinacionales y bancos, ahorraría muchísimo petróleo, lo cual reduciría a su vez nuestra dependencia de las compañías petroleras. Por extensión, ambas cosas reducirían nuestra dependencia de rutas marítimas, estrechos e islas estratégicas en manos extranjeras, etc. Esto anularía en buena medida la enmarañada red de la globalización.

Reducir drásticamente el consumo, eliminando las modas, penalizando a cualquier empresa que eche mano de la obsolescencia programada, simplificando el estilo de vida y fabricando productos necesarios, funcionales, duraderos y fáciles de reparar y de «actualizar». Pero ante todo, metiendo en cintura a «los mercados» y arrancando de raíz la oferta de productos inútiles, ridículos e innecesarios, cuya demanda está manipulada artificialmente por la publicidad intensiva. En el presente se producen objetos inverosímiles y luego se buscan maneras de manipular y estimular al ser humano para que sienta la necesidad de comprar esos objetos; lo que se debe hacer es aceptar los comportamientos innatos del ser humano normal, y fabricar productos que se ajusten a sus verdaderas necesidades, cuando éstas no son excitadas por una publicidad irresponsable y codiciosa.

El paradigma del crecimiento infinito es falacia. Se tiene por objetivo un crecimiento indefinido de la economía y de la población, pero los recursos del planeta (incluyendo el petróleo, en el que se ha basado la mayor parte de ese crecimiento) son limitados. El crecimiento constante del PIB sólo es necesario para mantener el sistema cuando hay inflación, y la inflación sólo tiene lugar cuando hay más dinero que riqueza —generalmente por culpa del crédito descontrolado, el interés del dinero, las «inyecciones de capital», «rescates», «quantitative easings», «financiaciones», «recapitalizaciones» y otras entelequias especulatorias. Esto se solucionaría de un plumazo adoptando el patrón-trabajo (o patrón-riqueza) y prohibiendo el interés del dinero, el problema es que tanto la inflación como el interés son herramientas muy útiles para canalizar la riqueza de los trabajadores hacia los bancos que controlan la política monetaria (especialmente la emisión de papel-moneda y los tipos de interés). La crisis no es más que una masiva transferencia de riqueza, de los pueblos trabajadores a los organismos parasitarios del mundo (bancos, inmobiliarias, megaempresas, etc.), utilizando la excusa de la deuda, la especulación, los recortes, la inflación y los tipos de interés.

Control de la natalidad basado en los recursos. Si la población fuera estable, no necesitaríamos quemar cada vez más energía y recursos para mantener nuestro «nivel de vida». Debe mantenerse una pirámide demográfica armoniosa y numéricamente adecuada al territorio y a los recursos del Estado. La población de todo el planeta debe reducirse drásticamente, muy especialmente en los países superpoblados, que se reproducen muy por encima de sus posibilidades, endeudando a sus descendientes con la Naturaleza.

Velar por que no surjan élites torremarfilistas, endogámicas, oficinistas, ajenas al mundo real y divorciadas de las preocupaciones del pueblo. La élite debe ser meritocrática, carecer de propiedad privada, proceder de las entrañas del pueblo y tener una férrea disciplina de grupo, y se ha de poner especial cuidado en asegurar que esté totalmente familiarizada con los «bajos fondos» del mundo real y los problemas del trabajador corriente.

El estilo de vida burgués debe ser destruido, igual que la aspiración del obrero de convertirse en burgués. La vida burguesa debe verse como algo cursi, ridículo, vergonzoso y tremendamente perjudicial para el hombre y el mundo. Deben confiscarse posesiones que son manifiestamente redundantes e innecesarias. Que una persona tenga cinco casas, veinte pisos, cuatro Ferraris y tres Porsches, simplemente no se puede permitir; es inaceptable e inmoral que unos pocos individuos acaparen tanto y tengan muchísimo más de lo que necesitan sin pegar un palo al agua, mientras que a otros que se matan a trabajar les falte de todo. Debe freírse a impuestos a las grandes fortunas, penalizando a las rentas más altas y especialmente a las obtenidas por medio de la especulación.

Debe desterrarse la solidaridad ilusa y buenista. Algo va mal cuando quienes más hablan de «solidaridad» o «compromiso» suelen ostentar objetos fabricados por un menor de edad indonesio que trabaja de sol a sol por un cuenco de arroz. La solidaridad mal entendida se ha convertido en un negocio y en una hemorragia para el erario público, y para colmo, le ha dado una pésima fama a las ayudas sociales y al Estado del Bienestar. El judeocristianismo cultural, que predica el amor hacia lo bajo, despreciable y miserable, y que es el responsable de la falsa solidaridad, debe ser extirpado de Occidente. La solidaridad debe basarse en el apoyo entre los ciudadanos trabajadores y en la lógica del australiano Harvey V. Sutton: «la mejor semilla, en el mejor suelo; la peor semilla, en el peor suelo».

LA BURBUJA MULTICULTURAL: MITO Y BOMBA DE RELOJERÍA

Las especies invasoras son animales, plantas u otros organismos transportados e introducidos por el ser humano en lugares fuera de su área de distribución natural y que han conseguido establecerse y dispersarse en la nueva región, donde resultan dañinos. Que una especie invasora resulta dañina, significa que produce cambios importantes en la composición, la estructura o los procesos de los ecosistemas naturales o seminaturales, poniendo en peligro la diversidad biológica nativa.

(Especie invasora – Wikipedia).

Se entiende por genocidio cualquiera de los actos mencionados a continuación, perpetrados con la intención de destruir, total y parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal: a) Matanza de miembros del grupo. b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo. c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que hayan de acarrear su destrucción física, total o parcial. d) Medidas destinadas a impedir nacimientos en el seno del grupo. e) Translado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo.

(Convención para la sanción y prevención del delito de genocidio, Naciones Unidas, Art. 2º, 1948).

Occidente ha entrado en una época de inmigración y colonización a una escala no vista en Europa desde la época de la revolución neolítica hace siete milenios. Según la Administración, los inmigrantes son prácticamente personas solidarias que vienen desinteresadamente a cotizar en nuestros servicios sociales y a pagarnos las pensiones. Según las empresas, son trabajadores baratos que vienen a ocuparse de «los trabajos que los españoles no quieren desempeñar». Para los políticos, son nuevos votantes. Para la Iglesia, nuevos «reclutas» (salvo los musulmanes). Para las ONGs, desfavorecidos a los que hay que favorecer (a un módico precio). Para la propaganda predicada desde los púlpitos de la industria mediática, los inmigrantes vienen a enriquecernos con un toque de color. En cuanto a los «indignados», no pasan del «papeles para todos», «puertas abiertas» y «ningún ser humano es ilegal». De todas las vacas sagradas y tabúes políticamente correctos del 15-M, la burbuja multicultural es el mayor. Para el español de a pie, la realidad cotidiana es muy diferente.

Ya hemos visto en la primera parte de este artículo que el multiculturalismo tiene una fría y despiadada faceta económica más allá del cuento de los seres de luz que vienen de África e Iberoamérica a pagarnos las pensiones: si se fomenta la igualdad, los inmigrantes pueden trabajar, consumir, pedir créditos, endeudarse, contener la subida de sueldos en épocas de bonanza (como durante la burbuja inmobiliaria) y enriquecer a los especuladores habituales. Esta lógica es la misma que llevó al bando yanqui a liberar a los esclavos del Sur después de la Guerra de Secesión. En la estrategia de los globalistas, los inmigrantes podrían dividirse en un par de tipos:

Inmigrantes A: Abaratar (los sueldos). Dispuestos a trabajar por un cuenco de arroz. Enriquecen al gran empresario al bajar los costes de producción, y hunden el mercado laboral (por tanto al pueblo autóctono) al competir en salarios, empujándolos a la baja, o al menos evitando que asciendan en épocas de bonanza económica.

Inmigrantes B: Bote (vivir del). Hunden los servicios sociales y por tanto al Estado (y al pueblo autóctono, que es el que pone su dinero para el bote común). También engendran más inmigrantes A.

Los costes de la inmigración obviamente no han recaído sobre las empresas que contrataron inmigrantes indiscriminadamente, sino sobre el erario público y el Estado del Bienestar, por tanto sobre el trabajador español. Los inmigrantes también suministran votos a quien, de esta partidocracia, les complazca más en su demencial carrera por captar votantes entre los recién llegados, incluso si es a base de traicionar a la población autóctona, que es a la que le deben el dinero que cobran y que es de donde sacan los fondos que conceden tan alegremente a inmigrantes no-cualificados ―incluso en plena crisis y con el desempleo por las nubes.

Hemos visto ya que la inmigración es una hemorragia que desangra al Estado para alimentar al Mercado. Hemos visto que a los oligarcas capitalistas les ha convenido muchísimo que entrasen en Europa decenas de millones de tercermundistas a hundir los salarios y disparar las rentas del gran capital, permitiendo que volasen libremente por un mundo ya prácticamente libre de fronteras fiscales y arancelarias. Pero ¿existe algo más que se nos escapa? ¿Hay otros intereses de fondo, además de los meramente económicos? Según la ONU, para 2025, Europa necesitará 135 millones (!) de inmigrantes más para poder «competir en el mercado global» (¿competir en salarios y costes de producción con, por ejemplo, Vietnam o África subsahariana?) y «pagar las pensiones» de los jubilados de la UE (¿qué pensiones paga un joven marroquí residente en el País Vasco, que está en paro, que no cotiza a la Seguridad Social y que cobra 650 euros de subsidio + 250 euros de ayuda para la vivienda + lo que saca robando y trapicheando con droga, que es bastante más?). Otros informes de la ONU aportan sugerencias tan disparatadas como que Francia «necesita aceptar» 90 millones de inmigrantes para el 2050 y Alemania 181 millones. España ―esta vez según el ex-presidente José María Aznar― «sólo» necesita otros 7 millones de inmigrantes. El presidente francés y agente atlantista Nicolás Sarkozy, se conforma con decir que el mestizaje «no es una opción, sino una obligación», mientras que el Banco Mundial, altruista como siempre, se preocupa de que Europa necesita más inmigrantes para frentar el racismo (como si el racismo no hubiese aumentado exponencialmente desde la entrada masiva de inmigrantes). Extrañamente, Sarkozy no predica con el ejemplo, ya que, siendo judío, tuvo un hijo con una mujer judía, y dicho hijo se ha casado a su vez con otra mujer judía: un sospechoso caso de «haz lo que digo, no lo que hago».

Aún hoy en España, tras tres años de crisis atroz y con lo peor aun por delante, las subdelegaciones de gobierno siguen trabajando a toda máquina, expidiendo permisos de residencia a inmigrantes extracomunitarios. De hecho, muchas subdelegaciones están colapsadas por esta tarea y no pueden dedicarse a otros menesteres quizás más urgentes. Gracias a esta labor, pagada por el español contribuyente, dentro de 3-4 años, habrá en España aproximadamente 3 millones más de inmigrantes nacionalizados, que en adelante computarán como «ciudadanos españoles» en las estadísticas. Puede decirse sin miedo a desvariar que la inmigración está subvencionada de forma agresiva, insistente e intensa por un gobierno que ha traicionado totalmente al pueblo a quien le debe todo lo que tiene, y que se ha convertido en el siervo de «los mercados» (bancos privados, multinacionales, fondos de inversión, fundaciones privadas, Fondo Monetario Internacional, Reserva Federal, Banco Mundial, Banco Central Europeo, «inversores» y otras grandes fortunas capitalistas).

Es impresionante que mientras España se va literalmente a pique, la mayor preocupación de ciertas personas sea llenarnos cada vez más de inmigrantes cuando está manifiestamente claro que esto no es sostenible y que va a explotar. ¿A qué viene todo esto? ¿Por qué tienen la ONU, la UNESCO, las multinacionales, los bancos y otros organismos globalistas tanto interés en cambiar la composición étnica de Occidente, mientras que la composición étnica de África o Asia sigue siendo esencialmente la misma? Si sólo se buscaba mano de obra barata, ¿por qué se favoreció que los inmigrantes se trajesen a todas sus familias? ¿Por qué se favorece que sigan llegando y que se sigan reproduciendo, cuando no hay trabajo? ¿Por qué ese interés en desfigurar los rasgos de los pueblos europeos en particular? ¿Va más allá de los beneficios que reporta la inmigración al bolsillo de unos pocos? ¿Se busca acaso colonizar Europa como parte de una estrategia a muy largo plazo?

Está muy claro que los geoestrategas de la globalización están firmemente decididos a abolir la «raza blanca» y colonizar Occidente con pueblos tercermundistas. Los ingenieros sociales saben bien que, a la larga, de nada sirve tercermundizar la economía, la sociedad, la educación, la sanidad, la mentalidad o la cultura de un país, ya que los genes, los sentimientos, la geopolítica y los instintos tienen siempre la última palabra. Por tanto, deben tercermundizar también su código genético y su cociente intelectual. Europa debe perder su identidad, mezclarse con pueblos africanos y orientales y ser como una «segunda China»: mano de obra dócil y barata, carne de cañón para la máquina trituradora de carne del capitalismo salvaje y desalmado. Gente gris, lo bastante inteligente como para mantener el sistema en marcha con su trabajo aburrido, frenético y repetitivo —pero lo bastante tonta y poco imaginativa como para consumir ávidamente, sin preguntarse qué diablos ha pasado con su tierra, su pueblo y su espíritu. Los WASP de Norteamérica deben desaparecer y disolverse a ritmo de videoclip de la MTV, para dar a luz a una masa de hispanoamericanos y afroamericanos que no rechistará por condiciones laborales y sociales humillantes y que se conformen con un poco de reggaetón cada fin de semana para recargar sus pilas. Los australianos deben caer bajo la órbita de Asia Oriental, los criollos iberoamericanos deben sumergirse también en el mestizaje y los sudafricanos de origen europeo, que están sufriendo limpieza étnica en estos mismos instantes, deben ser exterminados en un genocidio violento (por ejemplo, cuando muera Nelson Mandela). El lento predominio de la demografía tercermundista transformará para siempre la faz de Occidente y del mundo entero. ¿Cuáles pueden ser los motivos para que la principal víctima de la globalización sea la «raza blanca»?

• La raza blanca no se adapta a vivir en condiciones de dumping social y ambiental. Cuando la raza blanca ha padecido condiciones terribles, generalmente se ha levantado, se ha movilizado y ha luchado. La mayor parte de luchas sociales y civiles han sido iniciativa de la raza blanca. A lo largo de la historia, la raza blanca ha reaccionado numerosas veces quitándose a sus parásitos de encima, quizás también porque es la raza a la que los parásitos han acudido en mayor cantidad. Actualmente, es necesaria una enorme y costosa infraestructura de pan y circo para que la raza blanca se deje explotar. Por tanto, se trata de un grupo humano que no encajará en el nuevo modelo social (un mundo en el que se trabaje cada vez más a cambio de cada vez menos y en condiciones cada vez peores).

• La raza blanca tiene más iniciativa y es más imaginativa, creativa y disciplinada que otras razas. Ha heredado una fortísima carga apolínea (racional y lógica) en sus razonamientos y tiende a hacerse demasiadas preguntas. De nuevo, para anular estas cualidades, es necesaria una enorme red mediática.

• La raza blanca tiene los medios (herencia cultural, patrimonio artístico, código genético, historia, etc.) para inspirarse en el pasado y elevarse por encima de las servidumbres del mundo material y las limitaciones de su entorno. Un pueblo que ha descubierto maneras de alimentar a su espíritu e ir «más allá», preferirá morir antes que caer en la esclavitud.

• Aunque, debido a las condiciones civilizadas y protectoras que hemos creado, tenemos más cantidad de retrasados mentales y desperdicios evolutivos que otras razas, históricamente, hemos engendrado también muchos más genios. Si algún día pudiese nacer un genio capaz de levantar a las masas y ponerlas a luchar contra la globalización, lo más probable sería que dicho genio fuese de raza blanca.

• La manipulación psicosocial de la raza blanca es cara. Se requiere un bombardeo de mensajes sedantes, neutralizantes y embrutecedores las veinticuatro horas al día, el mantenimiento de circos mediáticos enormes, de una educación castrante y de sistemas de domesticación (judeocristianismo cultural) de tipo religioso, legislativo e ideológico. La manipulación social de otras razas es mucho más barata: las chucherías, el dinero y las comodidades de baja estofa sirven de sobra para seducirles. Esto es evidente tanto en el Tercer Mundo como en Asia Oriental. El Mercado ha necesitado milenios para domesticar a la raza blanca, pero en China ha bastado abrir el grifo del dinero para que el pueblo se arrojase a los brazos del consumo. En el Tercer Mundo la cosa es más sencilla aun: los objetos llamativos, la música y las drogas hacen en una generación el trabajo que con la raza blanca llevó cientos de generaciones.

Por tanto, todas las razas deben ser abolidas, pero es especialmente la raza blanca la que debe ser disuelta. El único grupo social que sobrevivirá a este maremágnum será aquel que practica para sí (pero no predica para los demás) un racismo feroz, cruzándose sólo con personas de su misma casta. El resto estará destinado a sumirse en una masa sin etnia y sin identidad, el ganado perfecto para llevar al matadero, el rebaño mundial con el que sueñan los jefes de la globalización. Cabe añadir que el multiculturalismo es el fin del mismo multiculturalismo, ya que a la larga, tenderá a generar una cultura única, sin nada que aglutine a las masas, salvo su común dependencia de la red global.

La fuente ideológica del multiculturalismo, o los traidores útiles

Como en el caso del separatismo en España, existen tres tipos de pro-multiculturalistas:

A) Aquellos que saben perfectamente lo que están haciendo. Los dueños del gran capital. Banqueros, consejos de administración de consorcios que cotizan en bolsa, grandes empresarios, magnates mediáticos, dirigentes de ONGs.

B) Aquellos tontos útiles que se creen las mentiras de los primeros. Buena parte de la población europea, aunque cada vez menos.

C) Aquellos que le profesan a la raza blanca y a la Civilización Occidental un odio extraño y visceral (endofobia), muy similar al complejo de Edipo, y que les lleva a identificarse ―como hez de su propio pueblo que son― con la que ellos consideran inconscientemente la hez de la humanidad (xenofilia). La raíz de este extraordinario auto-odio se encuentra en la «moral del esclavo» retratada magistralmente por F. Nietzsche en «Genealogía de la moral» y «El Anticristo». Theodore Kaczynski, por su parte, diseccionó la «psicología del izquierdista» en su manifiesto «La sociedad industrial y su futuro», y Lenin mencionó la «enfermedad infantil del izquierdismo».

El tipo C —que responde al arquetipo del enfermizo, del fracasado evolutivo y del no-competititvo— no obtiene su placer del triunfo personal de elevarse hacia lo alto, ni de esforzarse para parecerse a quien es mejor que él, sino de ver cómo cualquier cosa noble, fuerte, prometedora, pura e inocente se corrompe hasta bajar a su propio nivel. Los componentes del grupo A son simplemente descendientes de componentes del grupo C que han llegado a acumular un gran poder. Las premisas del individuo C, que ha estado presente desde que nació la civilización, son, grosso modo:

1- Yo me encuentro mal.

2- Alguien tiene que ser culpable de que yo me encuentre mal.

3- Ese alguien no soy yo, sino los que no se encuentran mal.

4- Como yo me encuentro mal, el mundo tiene que pagarlo y todos deben estar igual de mal que yo. No debo reformarme yo, sino que hay que reformar el mundo para que se adapte a mí, y así dejaré de estar mal.

5- Todo aquello que sea noble, puro, eterno, permanente, victorioso o que requiere un acto de voluntad por parte del espíritu, es una cumbre inaccesible para mí. Su altura y su sombra me ofenden, ya que mi ego ha sido artificialmente inflamado y se cree el único válido. No debo dinamitar mi ego, sino la cumbre que me molesta.

Éste es el motor detrás de todos los actos de esta peligrosa gente, que han tenido, conscientemente o no, el efecto de convertir el mundo en un lugar peor para vivir.

A efectos culturales y mediáticos, el multiculturalismo rancio, cursi, buenista y mojigato, es predicado por restos del movimiento del Mayo del 68, que se encuentran sumidos en un decadente cosmopolitismo. Estas reliquias de la extrema izquierda dieron el visto bueno al experimento multicultural desde las altas posiciones que ocupaban en el mundo de la política y de la cultura, en plena sintonía con los grandes emporios capitalistas ―que fueron el verdadero cerebro tras esta operación de ingeniería socio-étnica. Predicando «integración», «alianza de civilizaciones», «solidaridad», «ningún ser humano es ilegal», «puertas abiertas», «vienen a pagarnos las pensiones» y «vienen a hacer los trabajos que nosotros no queremos» desde sus sofás, chalets, oficinas y barrios privilegiados, estos burgueses decadentes, estos millonarios de mierda, son los que crearon la dictadura de lo «políticamente correcto», pretendiendo darnos lecciones de rectitud a los ciudadanos corrientes y erigirse en moralizadores del resto de la humanidad.

El dogma de la corrección política (el equivalente moderno de la mojigatería de antaño), que acusa de «xenófobo» y «racista» (hereje) a cualquiera que cuestione la conveniencia de tercermundizar Europa, está matando a nuestro continente. Las élites endogámicas de Occidente están creando una Europa sin europeos, y poco a poco las víctimas nos vamos dando cuenta. Algún día, alguien tendrá que dar un puñetazo en la mesa de los ladrones de guante blanco que han arruinado a los pueblos europeos y que nos han convertido en una colonia del Tercer Mundo.

Nunca antes una civilización entera había abrazado su propio suicidio con tanto entusiasmo.

Lo que está claro es que esta iniciativa de multiculturalización ha venido de la mano de los sectores «afrancesados» de la sociedad española, y que la gente real del pueblo español trabajador jamás fue consultada democráticamente ni dio su consentimiento para que las mafias, los atracos, las violaciones o las bandas étnicas, plagasen sus barrios. También está claro que, décadas después, ninguno de los apóstoles de la sociedad multicultural ha sufrido en sus carnes los efectos del multiculturalismo, ya que viven en barrios-burbuja y son ajenos al mundo real a pie de calle.

Por estas razones, la burbuja multicultural es, con muchísima diferencia, el desafío más grave al que se enfrentan los pueblos de Europa. Si esta burbuja no se pincha a tiempo, estallará en forma de violencia interétnica, desequilibrios territoriales y proliferación de zonas de non droit o de no-derecho: territorios, generalmente suburbanos, donde el Estado no tiene autoridad. Dicho fenómeno parecía casi exclusivo de Estados Unidos hasta tiempos recientes, en los que ha empezado a salpicar toda la geografía europea. La vecina Francia incuba actualmente 1.500 zonas de non droit. En buena parte de ellas, el derecho del Estado ha sido sustituido por la Sharia islámica. Gracias a su demografía explosiva y a la tasa de natalidad suicida de los europeos autóctonos, estos agujeros negros geopolíticos pueden acabar absorbiendo regiones enteras de nuestro continente, balcanizando y tercermundizando Europa a medio plazo.

¿ES EL 15-M UN INVENTO DE LOS MUNDIALISTAS?

El otro tabú más importante de los «indignados» es preguntarse si ellos mismos están sirviendo, sin saberlo y sin quererlo, a la plutocracia internacional. El 15-M (que empezó siendo un movimiento «auténtico», que representaba a todos los grupos del pueblo español trabajador sin importar su ideología) parece haberse convertido en el 15-M™©®, una marca registrada de multinacionales capitalistas y medios de comunicación de masas, monopolizada por los sectores perrofláuticos, gafapásticos, tocabongos, porretas, malabaristas, saltimbanquis, pijoprogres, ninis, okupas, ultraizquierdistas, transmaricabollos (sic, y ver aquí) y pseudohippies de la juventud española —sectores con los que el trabajador agobiado de a pie no se siente en absoluto identificado.

Es obvio que en el 15-M hay mucha gente bienintencionada, pero ¿quiénes dieron la consigna y la luz verde mediática de la que disfrutan los «indignados»? Tanto el Washington Post (Donald E. Graham, Marcus W. Brauchli) como el New York Times (Jill Abramson, Arthur Ochs Sulzberger, Jr., Michael Golden), pusieron mega-portadas sobre la «Spanish Revolution». Luego, «Le Figaro» y «London Times» se hicieron eco. ¿Se jugarían el tipo los medios de comunicación del gran capital prestamista dándole publicidad y bombo a un movimiento que supuestamente va en contra de él? Cuando un grupo ataca con particular efectividad los cimientos de la plutocracia internacional, se le ataca, bombardea, encarcela, ilegaliza, asesina, etc. Como mínimo, se le somete a un silencio mediático (como hacen los medios de comunicación estadounidenses con el congresista y candidato presidencial Ron Paul). Con el 15-M, no ha sido el caso.

Hasta ahora, el 15-M ha seguido los patrones de las «revoluciones de colores» del espacio ex-soviético, el movimiento Otpor (CANVAS) del espacio ex-yugoslavo, el intento de golpe de Estado en Venezuela (2002) y las revueltas de la «primavera árabe», financiadas por «fundaciones» extranjeras, a medio camino entre las ONGs y las células de Inteligencia: USAID (United States Agency for International Development), Freedom House, Albert Einstein Institution (AEI), National Endowment for Democracy (NED), National Democratic Institute (NDI), International Republican Institute (IRI), Solidarity Center (American Center for International Labor, ACIL), International Center on Non Violent Conflict (ICNC), Center for International Private Enterprise (CIPE), Safe Democracy Foundation, Open Society Institute, RAND Corporation, Carnegie Endowment for International Peace (CEIP), etc. Los globalistas parecen haber juzgado que, en esta olla a presión que es la sociedad occidental globalizada y en crisis, deben proporcionar una válvula de escape para poder proseguir con su alquimia socioeconómica. El 15-M viene a ser una obra de ingeniería social, en un laboratorio a medio camino entre Europa y el mundo árabe. Actualmente, el 15-M parece volcado en ridiculizar los Estados-nación, hacerles quedar de corruptos y presentar a los grandes empresarios como una opción «sensata», «ilustrada», «técnica», etc.

A bombo y platillo. Desde el principio, se le ha dado mucha publicidad al movimiento «indignado». Portada del «Washington Post» del 19 de Mayo de 2011. La foto principal está dedicada al 15-M de Madrid. La portada del «New York Times» del 7 de Junio de 2011 no se quedó atrás.

El concepto de las «alternativas controladas»

Los grandes capitalistas de Wall Street y otros centros financieros [1] financiaron al comunismo desde mucho antes de 1917. Del mismo modo, en tiempos más recientes, Washington, Londres y Tel-Aviv utilizaron sus redes de Inteligencia en Arabia Saudí y Pakistán para crear Al-Qaeda, que les ha supuesto una ventaja enorme para intervenir en los asuntos del continente eurasiático y para radicalizar a los sunnitas con el objetivo de contener la creciente influencia chiíta en el Golfo Pérsico. Dicen los manuales de estrategia que, para que un proyecto de poder sea fuerte, debe enfrentarse a otro poder que sea también fuerte. El sentido común afirma que, para que una corriente eléctrica fluya, debe haber un polo positivo y otro negativo. Por este motivo, las diversas «oposiciones controladas» y «estrategias de la tensión» son muy útiles para diferentes cosas, según el caso:

Dan cierta ilusión de pluralidad y libertad de elección; por ende, hacen que el poder parezca mucho menos hegemónico de lo que realmente es. El poder puede presentarse a sí mismo como una víctima, que obtiene la simpatía de la opinión pública gracias al judeocristianismo cultural, profundamente arraigado en Occidente.

Son la excusa perfecta para involucrarse en teatros de operaciones totalmente alejados de la esfera de influencia legítima de una potencia (como Afganistán).

Sirven de pretexto para justificar el incremento del control social y las medidas de seguridad (como en el caso del 11-S y la «Patriot Act» en EEUU).

Envuelven de legitimidad «popular» y «espontánea» una serie de cambios que realmente vienen impuestos por el poder global (caso del Mayo del 68, las «revoluciones de colores» del espacio ex-soviético o la «primavera árabe»).

Canalizan el descontento popular hacia vías controladas. Fagocitan y desactivan a la oposición antes de que se convierta en un peligro. El resto del pueblo tiende a pensar «ya hay gente actuando» y se abstendrá de actuar él.

Los radicalismos arrojan a la opinión pública hacia las opciones políticas percibidas como «ordenadas, serias, moderadas y fiables». Caso de la Operación Gladio en Italia o de la Transición en España.

Tenemos ahora toda una serie de «alternativas» fraguadas por servicios de Inteligencia atlantistas, como WikiLeaks, Anonymous, indignados, 15-M, Democracia Real Ya, Juventud Sin Futuro, Nolesvotes, Spanishrevolution, Occupy Wall Street (apoyado por el progre de mansión Michael Moore), Democracy Now (apoyado por Amy Goodman), etc. Tenemos operaciones de desinformación como el «movimiento» Zeitgeist (más bien una simple serie de documentales), con su inquietante prédica de «una sola sociedad global» y de la abolición del papel-moneda (¿a cambio de qué?). Tenemos también diversos cultos de salvación nuevaeristas, que hablan de «alejar el odio», «amor universal», «cultivar los buenos sentimientos», «ponerse en contacto con el lado femenino», evitar «cargarse de pensamientos negativos», «una sola gran familia humana», «construir puentes, no muros» y una dieta vegana (de la cual se han visto apologistas en las asambleas de indignados) que parece específicamente pensada para sedar al hombre, convertirlo en uno de esos plácidos herbívoros fácilmente sojuzgables y que acepte su destino de ganado. En Israel se han visto grandes manifestaciones de «indignados» que hablan de «amor», que piden el advenimiento de «un pueblo mundial», que anhelan un «global change» y toda una serie de zarandajas 100% en la línea de la globalización.

Hay grupos de poder —especialmente procedentes de la ONU, las «fundaciones» privadas y algunas logias paramasónicas— volcados en formar un rebaño universal, pacífico, pasivo y blandengue. A estos grupos de poder lógicamente les conviene erradicar la masculinidad, que la gente se olvide de su dolor y que barra su malestar bajo la alfombra, para que no se pongan a indagar de dónde procede y no salgan a la calle con sogas para ahorcar de una farola a cuanto trajeado culpable caiga en sus manos. El poder sabe que el dolor, el odio, la rabia y la bilis son agentes de fermentación, del mismo modo que un entorno ácido es el ideal para que germine una semilla. Pero quien está «equilibrado» y «satisfecho» en el peor de los mundos, quien busca la «felicidad interior» y a quien «las desgracias no le afectan porque aprende a aceptarlas y superarlas con filosofía», obviamente nunca le meterá un cóctel molotov por el culo a un banquero, político, jueza o megaempresario que se lo merezca. El hombre moderno debe aprender que su malestar es natural, que sus crecientes sentimientos de odio y rabia no son algo malo ni culpa suya, que la destrucción es una forma de creación y que su dolor no es una vergüenza, sino el último tesoro que le queda, la última esperanza de reacción de la humanidad contra un orden antinatural, mecánico, inhumano e inmoral que ha llegado a acumular un poder impresionante. Todas las mencionadas «opciones alternativas» que tan originales intentan parecer, tienen en común su clara adscripción al sistema moderno. «Buscar la unificación de la humanidad», «abolir el sufrimiento», «apostar por una sociedad pluricultural», «global X» y todas esas frases huecas, no son más que globalización pura y dura de la de toda la vida, aunque ponen en evidencia hasta qué punto las masas están desesperadas por aferrarse a una tabla de salvación que les evite tocar fondo —cuando en realidad tocar fondo es la única esperanza de las masas para redimirse del gran parásito mundial.

Personas y grupos claves para entender el 15-M

Detrás del 15-M hay una serie de personajes y grupos sociales «afrancesados» (entiéndase como tal los grupos de la clase alta burguesa, pseudo-ilustrados, sobre-educados muy por encima de su intelecto y ajenos al pueblo común) que gozan del certificado de homologación de la ONU, la UNESCO, las multinacionales, las «fundaciones» privadas, la gran prensa y, en suma, de todo aquello que huele al «sistema».

Estos grupos parecen interesados en presentarnos a los grandes empresarios capitalistas como gente «guay», intelectual, innovadora, actualizada, cosmopolita, emprendedora, idealista, imaginativa, comprometida y, en una palabra, Alfa, digna de nuestra confianza y apta para dirigir el mundo entero como si fuese una enorme empresa privada. Los perdedores son los políticos, es decir, los despojos decadentes, corruptos y rancios de los antiguos Estados, ahora en pleno desmoronamiento. Ante la casta política «paleta», «provinciana», corrupta e inútil, y ante un aparato burocrático sobredimensionado y obeso, la casta económica de megaempresarios quiere aparecer como heraldo de un mundo feliz, eficaz y productivo. Esta mentalidad, muy plasmada por Ayn Rand en sus libros, intenta hacernos creer que los peores parásitos, criminales y embaucadores de la historia son en realidad «gente que se lo merece porque se lo han currado en la vida».

Del mismo modo que es interesante saber que el movimiento hippie estuvo inspirado por Abbie y Anita Hoffman, Paul Krassner, Allen Ginsberg y Jerry Rubin, viene bien saber quiénes están detrás del 15-M. Resultan ser los mismos mundialistas de siempre.

Federico Mayor Zaragoza. Ex-director general de la UNESCO durante 12 años (1987-1999), ex-político (diputado, ministro), presidente de Fundación para una Cultura de Paz y miembro/dirigente de otras diversas «fundaciones». Si alguien tiene el Certificado de Aprobación™®© del sistema oficial mainstream, es sin duda este personaje, que escribió el libreto «¡Reacciona!» junto con otros oprimidos del sistema como el juez Baltasar Garzón, Rosa María Artal o Àngels Martínez i Castells. Cabe añadir que la UNESCO está detrás de buena parte de las operaciones de ingeniería social, como el desmantelamiento de las identidades sexuales, la imposición del multiculturalismo y todo lo que podríamos llamar promoción de la decadencia.

Federico Mayor Zaragoza.

• Stéphanne F. Hessel. Diplomático francés de origen judío, participante en la declaración universal de los derechos humanos, pez gordo de la ONU, etc. Bien relacionado con Daniel Cohn-Bendit, un francés, también de origen judío, que estuvo en la base de las agitaciones del Mayo del 68. Hessel —que, como buen asiduo a Europe Écologie, declara que «ama las ciudades»— es el autor de «¡Indignaos!», un éxito de ventas en Francia y también en España. Como los más de 2 millones y medio de libretos vendidos no le deben haber reportado suficientes ganancias, este antisistema de corbata y mansión escribió otro libreto, «¡Comprometeos!». Ambos han inspirado los diversos grupúsculos de la «indignación» en España. Hessel no titubeó al condenar la «violencia» que los indignados ejercieron contra los diputados autonómicos en Barcelona el 15 de Junio de 2011 (políticos escupidos, increpados y agredidos; tuvieron que coger el helicóptero para entrar en el congreso sin problemas), cuando probablemente ésta fue hasta la fecha la expresión más auténtica de lo que el pueblo agobiado realmente siente por la casta.

En su primer libreto, Hessel nos explica por qué deberíamos indignarnos: «A los jóvenes, les digo: mirad alrededor de vosotros, encontraréis temas que justifiquen vuestra indignación. El trato que se da a los inmigrantes, a los indocumentados, a los gitanos…». Al parecer, toda ayuda social es poca para ciertas etnias, que en el mundo real, lejos de ser unos oprimidos, son unas auténticas minorías privilegiadas que disfrutan de unos derechos y unas prestaciones que el currante español medio no puede ni imaginarse. Parece que, en lugar de indignarnos por el trato que nos dan a nosotros, los jóvenes tenemos que indignarnos por el trato que dan a otros —y esto nos lo dice un multimillonario de mierda que vive a cuerpo de rey. Este tipo de parrafadas demuestran hasta qué punto la casta está divorciada de los verdaderos problemas del pueblo —que tienen mucho que ver con la inmigración, pero no como Hessel nos vende al módico precio de 4,75 €.

José Luis Sampedro. Este oprimido fue en su día el rector de universidad más joven de la España franquista, catedrático de economía en la Universidad Complutense y además se hizo banquero, llegando a subdirector general del Banco Exterior de España. Obviamente, a la muerte de Franco, este hombre, que juró los principios del Movimiento Nacional, pasó a ser un demócrata de los de toda la vida, llegando a senador y hasta a referente ideológico de la izquierda. Se trata de la típica personalidad trepa y prostituida, que siempre le hace la pelota al poder sin importar quién lo ostente; es un perfil psicológico que se encuentra en todas las profesiones y que cualquiera sabe reconocer. Sampedro prologó la edición española de «¡Indignaos!».

Stéphanne Hessel (izquierda) y José Luis Sampedro. Parece que a nadie se le ha ocurrido que para nosotros los jóvenes, estos viejos destruidos, trajeados, multimillonarios, ex-banqueros, ex-políticos, masones y políticamente correctos, representan el viejo orden, un cúmulo de ideas aberrantes, desafortunadas, injustas y malogradas, por cuya culpa estamos ahora como estamos. Que ahora estos moribundos pretendan meterse en el bolsillo a toda reacción popular, no produce buena espina.

Eduard Punset es otro proletario muy raro: estudió en Los Ángeles y Londres en centros de prestigio internacional, militó en el Partido Comunista de España, fue redactor económico de la cadena británica BBC, economista del Fondo Monetario Internacional, miembro del consejo de administración de la megaempresa hotelera Sol Meliá (que ha tenido un papel importantísimo en el desarrollo de la burbuja inmobiliaria), y un gran etcétera de puestos de alta responsabilidad que lo convierten en una obvia figura «del sistema», integrante de esa despreciable élite endogámica y cleptocrática, que nada debería decirle al pueblo porque no tiene ni repajolera idea de los problemas del pueblo. Este viejo —que no hace más que aparecer en los medios de comunicación oficiales— ha dejado clara su adscripción a la globalización y al Nuevo Orden declarando que «lo lógico sería que hubiera un gobierno mundial», ya que «no tiene sentido que cada país vaya a su bola».

Eduard Punset.

Eduardo Serra Rexach, político español, ex-secretario de Estado, ex-ministro de Defensa y actualmente presidente de la Fundación Everis. Ha declarado a «El Mundo» que «El actual modelo de Estado no es sostenible» (cosa que es obvia) y «El sistema de pensiones habría que replantearlo». En resumen, que «los mercados» han forzado la hemorragia del Estado, orientando las ayudas públicas a parásitos sociales, para luego decirnos que el Estado del Bienestar no es rentable y debe ser desmantelado —la vieja táctica de crear un problema y aportar una solución. Rexach es quien le entregó al Rey el Informe Transforma España, del que nos ocuparemos enseguida.

Eduardo Serra Rexach.

• Tomasz Szabelewski. De origen judeo-polaco, educado en Londres y en Cambridge, supuesto portavoz del movimiento 15-M y «consultor de negocios» (Business Consultant) de la Fundación Everis y de Horus Strategy [2], dos think-tanks de la globalización.

Otro antisistema de corbata.

• Fundación Everis. Think-tank neoliberal, creado en 2001 e integrado por personalidades de la alta finanza y la política. Entre sus integrantes se encuentran José Ignacio Goirigolzarri (ex-consejero delegado del BBVA) y Antonio Massanell i Lavilla («director general adjunto ejecutivo» —ahí es nada— de La Caixa, presidente de Port Aventura y miembro del consejo de administración de Telefónica y otras megaempresas).

La Fundación Everis preparó el Informe Transforma España a principios de 2010 y lo entregó en Noviembre al Rey (ver aquí y aquí).  Las propuestas coinciden hasta tal punto con las posteriores del 15-M que se confunden. Las empresas que apoyaron el Informe Transforma España fueron lo más selecto del proletariado español agobiado, PYMEs de barrio de las de toda la vida: Avengoa, Acciona, AC Hoteles, Almirall, ALSA, APAX Partners España, APD, Bankinter, Barceló, Barclays, Barrabés, BBVA, BT, CEPSA, Deutsche Bank España, EBERS Medical Technology, E-Diagnostic, Embention, Enagas, Endesa, E.ON, Ercros Industrial, Everis, FCC, Fraternidad Muprespa, Ford España, Gamesa, Grupo Leche Pascual, Grupo Planeta, Grupo PRISA, Iberdrola, Iberia, Inditex, Infinity, La Caixa, MAPFRE, Mercadona, Merck España, Multitel, Omega Capital, ONO, Puig Corporation, Puleva Foods, Red Eléctrica Española, Renfe, Repsol, Santander, Seeliger y Conde HBI, Seguriber, Telefónica, Torreal, UNEDISA, USP, Vocento, Vodafone España, Warner Bros, Weblogs, Willis, Zeltia, Zurich Seguros. [3]

Martin Varsavsky, multimillonario argentino de origen judío, educado en las mejores universidades de Estados Unidos, y fundador de compañías como Jazztel, ya.com., Medicorp Sciences (dedicada a los fraudulentos «tests del SIDA», que acaban enganchando a la gente a productos como el AZT). Martin Varsavsky tiene claros lazos con la familia Rockefeller, a través de la Safe Democracy Foundation (desde la que se alentaba a una «revolución» en la Unión Europea bastante antes del 15-M, y de la que Varsavsky es presidente), la Clinton Foundation (propagadora del negocio del SIDA, del cual la familia Rockefeller es la mayor beneficiada) y One Voice (plataforma sionista patrocinada por la Fundación Soros, y en la que Varsavsky es parte del consejo administrativo). La Fundación Rockefeller, que en el pasado ya patrocinó otras operaciones de ingeniería social (como el feminismo) patrocina todos estos organismos. [4]

En el escrito de Varsavsky Así me uno a nolesvotes, titulado «La pureza está en la mezcla» (interesante título teniendo en cuenta que su autor pertenece a una minoría endogámica, la judía, que lleva milenios preservando su identidad celosamente y que sigue haciéndolo), podemos ver por dónde van los tiros. Varsavsky se queja, entre otras cosas, de «un gobierno incapaz de hacer a España ganar el verdadero mundial, que es el de la globalización». No dice ni una palabra contra las oligarquías capitalistas, contra Emilio Botín, contra Francisco González, contra la inmoralidad del capitalismo usurero, contra «los mercados», contra la creación de dinero-deuda de la nada, contra el interés o a favor de una profunda reforma monetaria y una autarquía económica. Al contrario, sólo parece interesado en que España sea una provincia «más ejemplar» del imperio globalista. Para eso, el Estado debe ser desmantelado —los gastos psicotrópicos de este gobierno deberían ser más que suficiente para dar mala fama a las ayudas sociales. Varsavsky proporcionó WiFi gratuito a las diversas asambleas de «indignados».

Martin Varsavsky, otro proletario indignado un tanto atípico.

Del mismo modo, podemos seguir mencionando a Amnistía Internacional (financiada por la Fundación Ford), Enrique Dans, Marcos de Quinto (presidente de Coca-Cola España y Portugal) y otros organismos internacionales de la globalización que han apoyado al 15-M de un modo u otro.

Ideología, filosofía y base social del 15-M

Al principio del 15-M, no existía una ideología política, sólo había gente normal de todas las tendencias, que estaba harta y pedía una serie de cosas totalmente legítimas y lógicas (fin de los privilegios de la casta, no utilizar dinero público para tapar agujeros negros privados, reorganización territorial, lucha contra la corrupción, etc.). Pero después de los primeros días, el 15-M fue cooptado por famosetes, grupos de extrema izquierda, revolucionarios de papá y gente obsesionada con los fetos, los anos, los cambios de sexo, el Papa, los curas, las monjas, los divorcios, los condones, las palabras con X y las adolescentes embarazadas. El 15-M que ha quedado es descendiente directo de la ideología impuesta en Occidente cuando cayó el Imperio Romano: la moral del esclavo. La «ideología» del 15-M es un calco del zapaterismo más cursi, de la doctrina UNESCO y, en suma, del judeocristianismo cultural versión 2.0. El 15-M básicamente recoge todas las tendencias pacifistas, bobaliconas, decadentes, afeminadas, blandas, políticamente correctas, psicotrópicas e ilusorias que, a lo largo de la Historia, han terminado siendo las culpables de que ahora estemos como estamos. Fue Aristóteles el que dijo que «la tolerancia y la apatía son las últimas virtudes de una sociedad moribunda».

El poder lo tiene, en última instancia, quien posee el monopolio de la violencia. Los padres fundadores de Estados Unidos, los jacobinos franceses, los nacionalistas griegos del Siglo XIX, los anarquistas de Barcelona a principios del Siglo XX, los bolcheviques en Rusia, los pistoleros falangistas o los camisas pardas nazis, son ejemplos de verdaderos revolucionarios. Una reunión de pijoprogres mimados, sentados con rastas y piercings en una plaza o en un parque encima de cagadas de perro, con carteles supuestamente ingeniosos, hablando de la «Spanish Revolution», manchándose las manos de ketchup para salir por la TV y gritando «fascistas», «no a la violencia», «basta ya» y «asesinos» a la Policía cuando les agarran de un tobillo, son un insulto a toda la sangre derramada a lo largo de la Historia en luchas políticas por la libertad. Escupir a un policía o mearse en sus botas, especialmente cuando se sabe perfectamente que el agente está atado desde arriba, es fácil además de cobarde. Sin duda, una buena manera de aborregar a los pueblos y quitarles la iniciativa y el espíritu combativo, es hacerles creer que con redes sociales, iPhones, BlackBerry, narices de payaso, flores y porros, se pueden conmover las bases de todo un Sistema.

Si alguna vez existió tal cosa como una revolución políticamente correcta, debe parecerse a esto.

Conclusiones sobre el 15-M

El 15-M fue un movimiento ciudadano justificado, que ha sido arruinado por sectores sociales marginales que lo han cooptado y que no representan a la masa popular, pero que son los que más ruido hacen. Agrupó en sus comienzos a individuos procedentes del pueblo trabajador, hasta ser secuestrado por la extrema izquierda guerracivilista, el homosexualismo militante, el hembrismo subvencionado y otros grupos que no representan en absoluto al trabajador español medio.

El 15-M cuenta con el certificado de aprobación de «los mercados», es decir, de la globalización capitalista-neoliberal. El 15-M está apoyado por medios de comunicación, bancos, multinacionales extranjeras, multimillonarios y personas de la «cultura oficial» del mismo sistema al que supuestamente combate.

El 15-M ha utilizado el gancho de la anti-corrupción y de soluciones totalmente lógicas para atraer a una masa ciudadana harta y descontenta.

El 15-M es un proyecto de ingeniería social que busca recubrir de un manto de «popularidad», «espontaneidad» y «autenticidad» las nuevas medidas de la globalización capitalista neoliberal, que se han estado gestando en think-tanks neoliberales desde antes de 2010. La idea parece ser que, bajo el manto de la lucha contra la corrupción y de una mayor participación ciudadana en los asuntos públicos, se abran las puertas de par en par a la iniciativa privada y se limite la autoridad del Estado, como en Rusia cuando cayó el bloque comunista.

La «ideología» del 15-M es un calco directo de las directrices pseudo-totalitarias de la ONU, la UNESCO y las multinacionales, de la «moral del esclavo» (Nietzsche), de la «enfermedad infantil del izquierdismo» (Lenin), de la «psicología del izquierdista» (Kaczynski) y, en suma, del judeocristianismo cultural.

El ideario sobre inmigración del 15-M no pasa del consabido y políticamente correcto «papeles para todos», «puertas abiertas», «multiculturalismo nos enriquece», «vienen a pagarnos las pensiones», «igualdad» y «ningún ser humano es ilegal». Y ver aquí y aquí.

La indignación del 15-M parece más orientada contra los políticos, los policías y otros sectores de la sociedad (como los funcionarios) antes que contra los megaempresarios, bancos y multinacionales.

El 15-M no ha señalado el grave problema de la disolución familiar y social que nos hace débiles y divididos ante los depredadores globalistas, que son una minoría cohesionada. Aunque ha habido amagos, el 15-M no ha hecho ningún intento serio de acabar con la Ley de Violencia de Género, la discriminación positiva y el hembrismo «feminazi» de grupúsculos subvencionados.

El 15-M quiere un Estado anecdótico, desarmado y débil militarmente.

El 15-M carece de un proyecto geopolítico serio o de un deseo de afirmación de la soberanía nacional, los intereses nacionales o las identidades étnicas ante la apisonadora de la globalización. Aparecen personalidades destacadas que dicen que España tiene «problemas estructurales» y simplemente quieren que el país reforme la economía para «integrarse en el mundo», «estar a la altura» de los «desafíos de la globalización» e insertarse de forma más eficaz en la nueva red global, como una provincia más subordinada a las directrices de Londres, Nueva York, Frankfurt, Hong Kong y otros centros financieros.

El 15-M sigue la estela de otros «movimientos espontáneos» manipulados desde el extranjero, como el Mayo del 68, el movimiento Otport (Canvas) de Serbia, las «revoluciones de colores» del espacio ex-soviético, el intento de golpe de Estado en Venezuela en 2002 y la «primavera árabe». Dichos movimientos tienen el sello inequívoco de los servicios de Inteligencia del eje atlantista (Washington-Londres-Tel Aviv) y de fundaciones privadas y think tanks extranjeros como los que hemos visto más arriba.

• El 15-M ya no es un movimiento genérico que agrupe a gente de distintas tendencias pero con intereses comunes, sino que discrimina por motivos de religión e ideología y se auto-adjudica de forma totalitaria la representación del pueblo español, intentando presentarse como su portavoz.

Muchos integrantes del 15-M son personas bienintencionadas que no comparten absolutamente todo lo anterior, que no están al tanto de los hechos y que creen estar haciendo lo correcto en el seno de un movimiento popular espontáneo.

POLÍTICA EXTERIOR

La actual falta de soberanía española es una consecuencia directa de habernos alineado con los intereses del Fondo Monetario Internacional, la OTAN, el grupo Bilderberg y las grandes familias de la banca internacional, a principios de los años 80. Sin embargo, incluso si España pudiese emanciparse hoy de la globalización y recuperar al 100% su soberanía, no tendría ningún futuro en un mundo que ha cambiado radicalmente desde la posguerra. El futuro ahora pertenece a las grandes confederaciones de Estados, y España no puede pensar en liberarse de la globalización si no es en el marco de un proyecto europeo mayor. George Orwell no andaba muy desencaminado cuando vaticinaba en «1984» que el mundo camina hacia un panorama de grandes bloques geopolíticamente coherentes. Si por «nación» entendemos «Estado soberano», actualmente sólo existen tres verdaderas naciones:

1- los Estados Unidos de América (que serían la base de la «Oceanía» orwelliana).

2- la Federación Rusa («Eurasia»).

3- la República Popular China («Estasia»).

Cualquier otra unidad territorial (incluyendo Europa, que desde 1945 carece de verdaderas naciones soberanas) debe por fuerza alinearse con alguna de estas potencias si pretende sobrevivir, o bien convertirse en un campo de batalla. Ni España ni Europa tienen lo que hace falta para ser una potencia soberana. Sólo Rusia puede completar la ecuación, aportando su vasto «patio trasero», sus recursos y su poder militar.

También bajo el punto de vista geopolítico, el mundo se encuentra en un periodo de transición. Sin embargo, pervive el orden de quienes vencieron la II Guerra Mundial, que se resisten a soltar el chollo del que han vivido hasta ahora. En el nuevo orden geopolítico que se avecina, varios son los puntos a tener en cuenta.

• Consejo de Seguridad de la ONU: Esta institución está obsoleta, ya que fue creada para garantizar los intereses de los vencedores de la II Guerra Mundial (EEUU, la URSS, China, Reino Unido y Francia). Actualmente existen gigantes (como Alemania, Japón, Brasil o India) cuya entidad política y militar no está en absoluto a la altura de su importancia económica y estratégica. Para solucionar este estado de cosas, lo mínimo es que dichos países entren en el Consejo de Seguridad para poder tratar de tú a tú a las potencias arrogantes del mundo, que viven de rentas del pasado.

• Europa: Fue Nietzsche el que dijo que «Europa desea unificarse». El proyecto se intentó con Roma, el Sacro Imperio, el Imperio Español, la Francia napoleónica y la Alemania hitleriana, y la idea ha llegado hasta nuestros días sin haberse concretado claramente.

Es cierto que la UE ha suministrado numerosas ayudas a España, pero en la alta economía no existen las hermanitas de la caridad: estas ayudas nos fueron brindadas a condición de desmantelar nuestras infraestructuras agropecuarias e industriales («reconversión industrial»), y de adoptar una moneda que ha encarecido nuestras exportaciones, en beneficio de Francia y Alemania principalmente (también de China, Marruecos y Europa del Este). Francia sabotea sistemáticamente las exportaciones agrarias españolas, mientras que Alemania nos forzó en su día a cerrar nuestras fábricas de abono y de tuberías de riego para que comprásemos estas cosas a empresas alemanas en vez de fabricarlas nosotros. Además, el sector público español (léase políticos iluminados y burócratas corruptos de turno) a menudo ha dilapidado las ayudas económicas de tal modo que el capital ha acabado en buena medida en las manos de megaempresas privadas.

Debido a todas estas injerencias extranjeras en la economía española, hemos dejado de ser una nación mínimamente autárquica. Las ayudas de la UE son pan para hoy y hambre para mañana, algo así como darles sacos de arroz a los somalíes para hacerles dependientes de nuestra caridad, en vez de enseñarles a administrar una granja. En una verdadera Unión Europea, cada Estado debería contribuir a velar por los intereses europeos en vez de mirarse el propio ombligo, lo cual implicaría, de vez en cuando, sacrificar intereses menores a cambio del bien común mayor. Un ejemplo de esto último es la negligencia imperante en el estrecho de Gibraltar, que beneficia a Francia, Marruecos, Estados Unidos y Reino Unido (o mejor dicho, a las élites capitalistas de dichos países), pero que perjudica a España y a los pueblos europeos.

Una Unión Europea es necesaria, pero debe refundarse bajo premisas radicalmente distintas a las de la actual unión, lacaya de «los mercados» y totalmente ajena a los verdaderos intereses de los pueblos europeos. Para volver a cristalizar una nueva idea de Europa, los pueblos europeos deben hallar una empresa común con la que sentirse identificados, y la clave la encontramos en el pasado histórico. La entrada de nuestro continente en la historia civilizada se hizo con un acto de auto-afirmación de Europa (es decir, Grecia y Roma) ante Asia (Menor) y África (Cartago), durante la guerra de Troya (que anunció el dominio europeo de todo Oriente Medio) y las guerras púnicas (orilla sur del Mediterráneo). La antigua Grecia, la antigua Roma y la Rusia zarista son los ejemplos que deben inspirar el renacimiento de nuestro continente.

OTAN: Los intereses de Europa nunca podrán ser iguales a los intereses de Estados Unidos, por el simple motivo de que, entre ambas unidades territoriales, media un océano. La OTAN es un vestigio de la Guerra Fría. Sólo con la amenaza de la URSS pudo Washington convencer a Europa de que necesitaba al eje atlantista y de que el Atlántico es un puente, no un muro. El Presidente  Adolfo Suárez, que intentaba llevar al cabo una política nacional soberana, procuró mantener a España alejada de la OTAN, hasta que el PSOE, sirviendo a los intereses del Fondo Monetario Internacional, nos introdujo en 1982.

Actualmente, Estados Unidos desea una Europa más o menos próspera económicamente, pero sumisa políticamente y débil militarmente, ya que si Europa persiguiese sus propios intereses, chocaría con Washington tarde o temprano. La OTAN está además obsoleta por haber incluído a miembros (Turquía, Rumanía) y por intervenir en escenarios (Iraq, Afganistán) que nada tienen que ver con el Atlántico Norte. El mismo Atlántico, por otro lado, ha perdido gran importancia estratégica y económica. En 2008, la mayor parte del flujo comercial marítimo se la llevó el Pacífico, con 20 millones de TEU (contenedores de 20 pies). Por el Mediterráneo pasaron 18,2 TEU, y por el Atlántico, sólo 6,2.

Por tanto, España debe salirse de la OTAN y romper su alianza con el eje Washington-Londres-Tel Aviv, dedicando sus esfuerzos militares a seguir colaborando activamente en la formación del Eurocuerpo —que no depende de la OTAN— y en la constitución de un eje Moscú-Berlín-París-Madrid.

Federación Rusa. A medida que el eje de atención de Washington se desplaza desde el Atlántico al Pacífico por pura gravedad económica, la influencia estadounidense disminuye en Europa, y crece la tendencia europea a volcarse hacia el Este y depender de una Rusia en pleno desarrollo. Rusia es actualmente una potencia atípica. Mientras que China tiene un centro neurálgico claramente definido (su costa Este) y Estados Unidos también (ídem), Rusia puede compararse a un cuerpo grande y fuerte sin un centro neurálgico claro. Europa, por su parte, padece el problema opuesto: se trata de un centro neurálgico privilegiado (alta densidad de población, la primera economía mundial), pero carece de espacio vital, de «patio trasero», desde la época de la descolonización. Europa (especialmente la media luna que coincide con las cuencas del Po, el Ródano y el Rhin) le brinda a Rusia la oportunidad de dotarse de centro neurálgico, y Rusia le brinda a Europa el mejor espacio vital del planeta, los recursos que alberga, la oportunidad de alcanzar la autarquía y un potencial militar y de Inteligencia digno de un imperio.

• Eurosiberia. El acercamiento germano-ruso va a ser el germen de un nuevo espacio geopolítico que abarcará desde el Atlántico hasta el Mar de Japón. Este espacio económico (llamado por algunos Eurosiberia, Eurasia, Eurrusia o Pan-Europa), gobernado por una autoridad federal-imperial, será absolutamente privilegiado en posición geoestratégica, recursos naturales, potencia militar e industrial, patrimonio cultural, fuerza de trabajo y capital humano. Para que esto pueda tener lugar, debe abolirse el legado de la Guerra Fría y por tanto de la II Guerra Mundial: las tropas estadounidenses y británicas deben abandonar Centroeuropa, y todas las bases militares, silos estratégicos y colonias atlantistas en Europa deben ser desalojados. Eurosiberia estaría en una situación ideal para dominar MENACE (Oriente Medio, Noráfrica y Asia Central, por sus siglas inglesas), el Ártico y, utilizando a España como trampolín, Sudamérica y, desde ella, Antártida. Tanto los estudios genéticos y antropológicos como las iniciativas medioambientales y arqueológicas pueden ser vectores excelentes para transmitir la expansión de la influencia eurosiberiana en estos espacios. No cabe duda de que el papel de España sería mucho más brillante y destacado en este contexto.

• Marruecos es parte de un problema mayor, un problema europeo: asegurar el Mare Nostrum. El Mediterráneo es como una gran ría que le permite a las potencias atlantistas «colarse» en la esfera de Eurasia y establecer bases (Gibraltar, Malta, Chipre, Israel, etc.) en el bajo vientre de nuestro continente. En cuanto a España, ha tenido protagonismo en el Magreb desde los tiempos de Orán y otras colonias, igual que el Magreb lo ha tenido en España durante la época de almorávides y almohades. Hoy existen territorios africanos (Ceuta, Melilla y Canarias) que geopolíticamente son españoles y por tanto europeos, y que deben ser fortalecidos como muro de contención ante África y especialmente ante Marruecos, un socio importantísimo del atlantismo y del sionismo gracias al lobby sefardita-marroquí —el segundo grupo étnico más importante de Israel.

España y Marruecos mantienen un equilibrio muy tenso que parece condenado a desestabilizarse tarde o temprano. Todas las grandes naciones necesitan un teatro de operaciones, una escuela de guerra en la que forjar mandos de élite que contribuyan a una regeneración social y arranquen la decadencia que aqueja a su país: Rusia tiene Chechenia, EEUU tiene Iraq y Brasil tiene las favelas. Tanto el Sahara Occidental como el Rif tienen mayorías que son hostiles a la monarquía alahuita; si España fuese una nación soberana, haría lo posible para apoyar a dichas poblaciones. Argelia, que nos suministra gran cantidad de gas natural, sería nuestro aliado natural en este cuadro, y Francia tendría que renunciar a sus intereses ombliguistas por el bien de Europa.

Hafez al Assad y Muammar Gaddafi

• El mundo árabe. El mundo árabe debería ser el aliado natural de Europa. Sólo las potencias atlantistas han puesto a todo este mundo, que va desde Marruecos hasta Iraq, en pie de guerra, partiéndolo por la mitad con Israel y luego utilizando redes de Inteligencia relacionadas con Arabia Saudí y Pakistán para financiar el radicalismo islámico sunnita. Estas tácticas forman parte de los planes geoestratégicos de Washington para balcanizar Eurasia y desestabilizar toda comunicación terrestre entre Europa Occidental y Asia Oriental, para forzar el uso de mares y estrechos controlados por la OTAN y para que el comercio de Europa se oriente preferentemente a EEUU por el Atlántico y el de Asia Oriental a EEUU por el Pacífico, en vez de «cerrarse en banda», utilizando rutas terrestres y marítimas exclusivamente eurasiáticas para convertir Eurasia en un anillo cerrado. El verdadero problema de las potencias atlantistas no es el radicalismo islámico sunnita, totalmente controlado por ellas, sino el pan-arabismo socialista, los regímenes árabes laicos y modernos (como el Baaz sirio o la Jamahiriya libia) y el chiísmo (Irán, Yemen, Líbano, Azerbaiyán, Bahrein, más de la mitad de Iraq, y poco a poco, Sudán, Nigeria y hasta Brasil).

La España franquista veló por cultivar unas excelentes relaciones hispano-árabes. Es una desgracia que actualmente se esté promoviendo la inmigración árabe y la colonización de Europa por parte del Islam radical. Esto forma parte del plan mayor de la globalización, que es provocar un gran conflicto, étnico, religioso, social y quizás militar, entre Occidente y Oriente. Dicho conflicto dejaría a nuestro continente al borde de la extenuación. El mundialismo le echaría la culpa de todo a particularismos, nacionalismos, fronteras, gobiernos, Estados, identidades étnicas, familiares y religiosas, y se presentaría él mismo (por ejemplo, por medio de la ONU y los bancos internacionales) como la alternativa «moderada» y «sensata» a la locura anterior. Es la misma táctica que utilizó la CIA con Operación Gladio en Italia: luchas entre la ultraderecha y la ultraizquierda, para que el pueblo se entregase asustado a las manos de la democracia liberal, percibida como «cuerda».

• Estrecho de Gibraltar. Se trata del punto más crítico de toda la geografía española, y uno de los puntos más críticos de la geografía mundial. Gibraltar —una bisagra que separa la esfera atlántica de España de la esfera mediterránea, partiendo su vocación marina en dos e impidiendo su unión— forma parte de una larga cadena de «hubs» estratégicos del atlantismo, que incluyen Malta, Chipre, Israel, la Isla Diego García, Singapur y, en buena medida, todavía Suez y Hong Kong. Europa (entendiéndose por tal los intereses de los pueblos europeos, no de las élites internacionalistas) necesita un Estado fuerte en el estrecho de Gibraltar, cosa que no interesa a los gerifaltes de Nueva York, Londres y Tel-Aviv, que desean un estrecho poroso y desregulado. En este contexto, España tiene la misión de acerrojar a cal y canto el Mediterráneo y el litoral atlántico para blindarlo contra la penetración atlantista. Esto debe complementarse con la toma de Suez por parte de otra potencia, y si es necesario, también del Bósforo y los Dardanelos.

• España y el poder marítimo. Reza un lema de la Armada: Tu regere imperio fluctus Hispane memento (Recuerda, España, que tú registe el imperio de los mares). La Península Ibérica es una pseudo-isla, ya que el istmo que nos une al continente está parcialmente cortado por la cadena montañosa de los Pirineos. Por tanto, bajo el punto de vista geopolítico, España es, o debería ser, una potencia marítima (talasocracia), con una vocación atlántica que tiende hacia Iberoamérica (época de los conquistadores) y una vocación mediterránea que tiende hacia el Magreb, Italia, Grecia y Turquía (época de los almogávares, Lepanto, Orán y las guerras africanistas).

El 90% del tráfico mundial de mercancías es marítimo, ya que este medio permite transportar más volumen de mercancías a menor coste. Sólo por esto, los países que tienen salida al mar y puertos estratégicos, tienen gran ventaja. España tiene una gran cantidad de costa (más que Francia) y, si formase un espacio común con Portugal, tendría casi tanta costa como India. Tenemos también muchos puertos privilegiados (Portugal también: Porto, Lisboa, Faro), y una importante tradición marinera, pesquera y de vanguardismo en tecnología aeronáutica. La industria de los astilleros es uno de los mayores negocios de la globalización, por lo que España necesita impulsar su industria naval, expandir su Armada y firmar contratos con países interesados en expandir las suyas (por ejemplo, Brasil, Rusia, Australia o Japón). Esto crearía muchísimos puestos de trabajo, reforzaría los lazos de España con Iberoamérica y fortalecería la fachada atlántica de Europa y África ante la penetración atlantista.

Iberoamérica. Por el simple hecho de estar escrito en español, este artículo puede ser leído desde California hasta Tierra del Fuego, así como en Guinea Ecuatorial o Filipinas. Todas estas zonas están mucho más lejos de España que, por ejemplo, Francia o Italia, pero es mucho más fácil comunicarse con ellas. España es la cabeza de una enorme área de influencia, la hispanohablante, que es nuestra esfera legítima y el puente que une Europa con Iberoamérica. Lo natural sería que España mantuviese buenas relaciones con todo el mundo hispanoparlante, igual que Reino Unido las mantiene con el mundo angloparlante mediante la Commonwealth. Sin embargo, pasados más de 100 años desde de 1898, la estrategia atlantista sigue balcanizando Iberoamérica y propagando la «leyenda negra» para sembrar la discordia y limitar la influencia española. Incluso la reciente proliferación de sectas evangelistas, relacionadas con Estados Unidos, está promovida como intento de recortar la implantación del catolicismo, asociado a la herencia española.

Aun así, las buenas relaciones con Cuba  (siempre saboteadas por Washington, y ver aquí) y Argentina han continuado hasta nuestros días. A estas relaciones hay que añadir a Brasil, un país en pleno desarrollo y con una cantidad fabulosa de recursos, que se ha beneficiado mucho de las iniciativas de Repsol y que tiene intención de hacer bilingües a sus élites sociales para afianzar su influencia en toda Iberoamérica. Si se formase algún tipo de espacio común entre España y Portugal, estas relaciones se solidificarían aun más, se proyectarían sobre otros puntos del planeta (Angola, Mozambique, Timor Oriental, etc.) y supondrían un vector privilegiado para la proyección de influencia europea fuera de la esfera eurosiberiana.

• Fuerzas Armadas. El militarismo, particularmente el de las unidades militares operativas, es el continuador de las tradiciones guerreras de los tiempos antiguos y el depositario de una valiosa herencia idiosincrásica. Utilizando al mundo militar como molde, se podría fácilmente operar una regeneración de toda la sociedad. Sólo es soberano e independiente el pueblo armado que constituye de por sí una gran milicia. La presencia de una ciudadanía armada, como en el caso de Suiza, ejerce una influencia magnética sobre los dirigentes de un país, poniéndoles firmes. En Roma, las legiones, un verdadero ejército ciudadano y popular, tenían tanto poder que podían proclamar un Emperador por aclamación y presionar con su mera presencia al Senado. Todos los soberanos romanos se cuidaban muy bien de asegurarse la lealtad de las legiones (que representaban a la masa del pueblo, o al menos a sus sectores más bravos y resueltos), de no provocar su ira y, en suma, de contar con este importante poder. Puede que por eso Platón llamase «guardianes» a la casta militar en su «República».

La ciudadanía de los varones debería ir indisolublemente unida al servicio militar obligatorio. Desde luego, un país no puede confiar la defensa de su territorio íntegramente a una tropa de reemplazo; por tanto, lo ideal es mantener un ejército profesional y un ejército de reemplazo donde, una vez licenciados, los soldados pasen a una milicia de reserva con un arma asignada y con pruebas anuales de tiro y condición física (modelo suizo). Deben favorecerse los contactos, los ejercicios conjuntos y los intercambios entre ambos ejércitos, para evitar que se divorcien y que se dé una rivalidad entre los militares «populares» de reemplazo y los militares profesionales «de rancio abolengo».

EL FRANQUISMO A TRAVÉS DEL RETROVISOR

El problema de los acontecimientos históricos es que debe pasar mucho tiempo para que puedan ser estudiados con objetividad y sin injerencias sentimentales o intereses político-económicos de por medio. A Napoleón se le estudia con bastante objetividad; vivió hace doscientos años. Sin embargo, existen muchos acontecimientos más recientes (como la Guerra Civil española o la II Guerra Mundial) sobre los que aun se cierne una manta de censura, desinformación y subjetividad, puesto que estos hechos históricos están todavía hoy envueltos en una red de poderosos intereses y sentimentalismos de carácter irracional y cuasi-religioso.

Actualmente, el franquismo es sin duda de los mayores tabúes del 15-M y otros grupúsculos residuales de la extrema izquierda que intentan secuestrar el sentimiento popular de indignación. Pero mirando hacia el siglo pasado con la objetividad de quienes nunca vivieron a Franco y sólo juzgan los hechos, encontramos que el franquismo tuvo tics económicos claramente socialistas (de hecho, mucho más que el actual gobierno del PSOE), además de actuaciones nacionalistas y anti-globalización:

No reconocer al Estado de Israel. Abstenerse en 1948 de votar en la ONU sobre la formación de dicho Estado. Esto le costó a España que Israel presionase a los angloamericanos para invadir nuestro país después de la II Guerra Mundial.

Saltarse el bloqueo a Cuba. «Quien posee la isla de Cuba tiene la llave del Nuevo Mundo», decía Felipe II. España fue el único país del mundo que violó el embargo internacional sobre La Habana, mandando víveres a Cuba. Esto nos costó un barco atacado y tres marinos muertos por fuerzas anticastristas sostenidas por la CIA. En 1975, Fidel Castro decretó tres días de luto cuando murió Franco (cosa que no hizo cuando murió Mao Zedong), y en 1992, visitó al político ex-franquista Manuel Fraga en su pazo gallego. Fidel Castro incluso ha declarado que «Franco se portó espléndidamente con Cuba. La posición de Franco fue intachable». Los perroflautas que llevan camisetas del Ché tampoco saben que Ernesto Guevara  visitó Madrid durante el franquismo. Estos curiosos lazos con la Cuba socialista, que evidencian que la geopolítica a menudo supera a las ideologías, nunca son recordados por la actual «izquierda» española. Mucho después de la derrota de 1898 a manos de Estados Unidos, España puede ejercer un contrapeso al poder norteamericano en Iberoamérica, y si no lo hace, se debe a la pérdida de nuestra soberanía nacional. La «leyenda negra», propagada por la anglosfera, es un intento de recortar los tentáculos geopolíticos españoles en Ultramar, para dejarle manos libres a Washington en su aplicación de la Doctrina Monroe: «América para los (norte)americanos».

Apoyo a los países árabes enfrentados con Israel. La España franquista mantuvo cordiales relaciones diplomáticas con Estados árabes asociados con la URSS ―como Egipto, Siria, Líbano, Iraq, Libia y Jordania―, llegando a suministrar armas a algunos de estos regímenes. En los años 50-60, Hispano-Aviación vendió reactores de combate (Saeta) y cazas supersónicos (HA-300) al Gobierno egipcio, y todavía en pleno 1983, la española ENASA le vendió a El Cairo infinidad de camiones militares, autobuses y blindados (BMR) [5]. También es un hecho muy poco conocido que, en 1974, Franco condecoró con la Gran Cruz de la Real Orden de Isabel la Católica al mismísimo Saddam Hussein. Las buenas relaciones entre el franquismo y los diversos socialismos árabes llegaron a preocupar seriamente al Secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger, que buscaba sostener la «atlanticidad» del Mediterráneo a través de Gibraltar, Marruecos, Malta, Chipre, Turquía e Israel.

Franco (izquierda) y el egipcio Gamal Abdel Nasser (derecha) en Madrid, el 23 de Septiembre de 1960. Nasser quería construir un eje pan-arabista, uniendo a los árabes de Noráfrica con los árabes de Próximo Oriente, utilizando el canal de Suez para cerrar a cal y canto el Mediterráneo (se hubiera tenido que completar con la toma de Gibraltar) y convirtiéndolo en un nuevo Mare Nostrum resguardado de las potencias atlantistas. Por su situación geográfica, Israel interrumpía este proyecto partiéndolo en dos. No cabe duda de que si la política exterior del franquismo se hubiese prolongado en el tiempo, España se habría acabado acercando al heredero actual del pan-arabismo nasserista: Gadafi. Franco había pasado buena parte de su vida en Marruecos y conocía bien el mundo árabe. Todo esto está muy en contradicción con la versión oficial que nos han contado del franquismo, por lo que se impone la necesidad futura de replantear el franquismo a la luz de una historiografía objetiva y libre de sentimentalismos guerracivilistas o sectarismos políticos subvencionados.

Franco con Saddam Hussein, Madrid, 1974. Saddam Hussein había mandado a España cuatro petroleros durante el embargo de la OPEP de 1973, y más adelante se comportaría de forma benévola para con la minoría cristiano-caldea.

Negarle a Estados Unidos el uso de sus bases militares en España durante el conflicto israelí con los árabes (Guerra del Yom Kippur) en 1973. Esta guerra causó un embargo petrolero, una grave crisis financiera y escasez de combustible en los mercados occidentales, suponiendo el fin de la era del petróleo barato.

Negarse a participar en la Guerra de Vietnam. El Presidente estadounidense le pidió a Franco en 1965 asistencia contra el gobierno de Vietnam del Norte. Franco le respondió con un somero análisis de la situación, explicando que los ejércitos convencionales no serían útiles en las junglas de Vietnam, y vaticinando que el Ejército estadounidense sería derrotado en una guerra de guerrilas si se metía en un conflicto bélico en ese país.

Creación de la JEN (Junta de Energía Nuclear, actual CIEMAT), para lograr un Estado soberano en lo energético, siguiendo el ejemplo de la Francia de De Gaulle. Además, Franco jamás firmó el Tratado de No Proliferación nuclear. Esto, la crisis árabe, las buenas relaciones con Cuba y las pretensiones con la bomba atómica, le costaron la vida a Carrero Blanco. Su asesinato se realizó por medio de Henry Kissinger, la CIA, ETA, la embajada estadounidense y una base militar norteamericana. La agencia soviética TASS, que no puede ser acusada de franquista, informó que «la CIA ha asesinado a un político franquista de tendencia nacionalista que se niega a entrar en la OTAN y a cumplir ciegamente las órdenes de Washington». Por aquel entonces, los estadounidenses sabían que España estaba a 10 años de conseguir «la bomba», pero que con ayuda de Francia (otra potencia que no había firmado el Tratado de No-Proliferación), podía tenerla en dos años. España (después de Francia, el segundo país de Europa con mejor acceso a materias primas necesarias para fabricar la bomba atómica) planeaba detonar una bomba en el Sahara Occidental, como prueba y como advertencia, tanto a Marruecos como al eje atlantista. La última oportunidad de España de ser potencia nuclear se perdió el 23 de Febrero de 1981, con la intentona del golpe de Estado y la firma de un acuerdo con la Organización Internacional de Energía Atómica. Felipe González firmaría el Tratado de No-Proliferación en 1987.

Denunciar a la masonería y al sionismo como causantes de buena parte de la discordia en el mundo.

Mantener el Sahara Occidental lejos de la zarpa de las potencias atlantistas. Esto duró hasta que Hassan II, con ayuda de la CIA, lanzó la Marcha Verde, mientras Franco yacía moribundo en un hospital. El mundo guarda completo silencio hasta hoy ante los atropellos de los tan cacareados «derechos humanos» en el caso del pueblo saharaui. La soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental no está reconocida por ningún Estado, pero sigue vigente de facto y forma parte de los inquietantes conflictos no-resueltos que salpican la geografía del mundo.

Apoyar a los bereberes rifeños durante la revuelta del Rif en 1958, en la que la población local, inspirada por Franco y el líder egipcio Nasser, se alzó contra las tropas marroquíes. La revuelta fue sofocada con ayuda francesa y napalm, fósforo blanco, bombas de fragmentación, limpiezas étnicas y torturas. Finalizó con ocho mil muertos y décadas de salvajes represalias por parte de la monarquía alahuita.

• Identificación del Estado con una ideología (el nacional-catolicismo, con influencias falangistas y nacional-sindicalistas) que, con todos sus defectos y miopías, al menos proporcionaba un mínimo de cohesión social.

• Autarquía. Crear infraestructuras agrarias, ganaderas e industriales, con vistas a convertir a España en un país autárquico no-dependiente de la red global. Aunque la «etapa autárquica» finalizó teóricamente en 1956, España siguió manteniendo una autarquía muy superior a la que tiene ahora.

Nacionalización de grandes empresas y recursos estratégicos. Petróleo, telefonía, electricidad, telecomunicaciones y otras empresas de sectores estratégicos, en manos nacionales (Repsol, Renfe, Telefónica, Unión Fenosa, Endesa, Iberia, TVE, RNE, Banco Central de España, etc.). Plan de estabilización de 1959, con la creación de compañías industriales como PEGASO y SEAT (gracias a esto, Japón fue el único país del mundo que superó a España en crecimiento económico de 1959 a 1974, y España llegaría a ser la novena potencia económica del mundo). Durante el Felipismo, se comenzó a privatizar estas empresas, luego con el Aznarato el proceso se aceleró, y ahora con el hundimiento económico de España, cabe esperar que las privatizaciones se generalicen (como la venta de las loterías del Estado a la familia Rothschild en 2010). Esto equivale a una privatización de las ganancias y una socialización de las pérdidas, ya que estas empresas reparten sus beneficios a los accionistas y sus pérdidas al resto de la sociedad.

Ayudas públicas: seguridad social, pagas extra, trienios, vacaciones pagadas, Instituto Nacional de la Vivienda, Ministerio de Vivienda, indemnizaciones por despido, contratos fijos, etc. Las políticas sociales y laborales del franquismo, su doctrina de «pan y trabajo», crearon a la clase media española, la misma que está siendo ahora liquidada por la crisis. Actualmente se usa al erario público para financiar a la banca privada, pagar deudas internacionales y mantener a criminales, banqueros, inmigrantes, políticos, gitanos, megaempresarios y otros parásitos sociales.

Apoyo a la familia. Incentivos a la natalidad, préstamos por nupcialidad, premios a familias numerosas, propaganda a favor de los hijos y de los valores familiares. Con ello, se cimentaban los lazos del individuo con sus propios semejantes y se construía un bastión cerrado ante el avance de los valores individualistas y egoístas del capitalismo neoliberal.

Servicio Militar Obligatorio. Institución donde se mezclaban personas de todos los orígenes, condiciones y extracción social, y donde más de un pijo tuvo que agachar la cabeza ante algún sargento hijo de labradores. El SMO mantenía un lazo entre el pueblo español y las Fuerzas Armadas, lo cual garantizaba que las FAS nunca se volviesen en contra del pueblo. Éste es el motivo por el que el comunista español Julio Anguita fue de los pocos hombres que se opusieron a la profesionalización del Ejército.

• El problema de la oligarquía española. Es cierto que durante el franquismo prosperó la actual oligarquía económica, pero esta oligarquía —que siempre se ha adaptado a los tiempos para seguir beneficiándose— ya existía antes del franquismo, sigue existiendo ahora y seguirá existiendo después indefinidamente, a menos que se opere una revolución total del sistema económico y de nuestra escala de valores. Las castas económicas son muy endogámicas y tienden a ponerse siempre del lado del ganador, intentando seducirlo, como hizo siempre la Iglesia a lo largo de la historia. Esta táctica pelotillera y diplomática es lo único que les garantiza a este tipo de instituciones (Mercado, Templo) el sobrevivir a las guerras y a los cambios de régimen (Palacio). Por poner un ejemplo, el grupo PRISA de Polanco fue pro-franquista durante el franquismo, anti-franquista ahora, y en el futuro será lo que desee el régimen de turno, con tal de que a cambio pueda mantener su negocio en marcha.

QUÉ CAMINO PARA ESPAÑA

No hay manera de evitar el colapso final de un boom traído por la expansión del crédito. La alternativa es sólo si la crisis debería llegar pronto como resultado del abandono voluntario de más expansiones del crédito, o tarde como catástrofe final y total del sistema monetario involucrado.

(Ludwig von mises, «Human action, a treatise of Economics», 1949).

El camino a seguir «debería» ser el de Islandia: dejar que los bancos quiebren, decirles a los banqueros y entidades extranjeras que mala suerte, y en cambio garantizarles a los ciudadanos pagadores de impuestos sus ahorros. Los desmadres e imprudencias de la especulación, que los paguen los parásitos que los han producido, y que nadie mueva un dedo para que su codicia pueda perpetuarse ad aeternum. El problema es que si España o cualquier país de la UE con una economía mucho más grande que la islandesa, llevase al cabo esta maniobra, se produciría ipso facto una enorme presión diplomática y económica (y no olvidemos que en un mundo globalizado, los resortes de la presión económica son muy fáciles de accionar), que podría hasta desembocar en intervención militar.

«El sistema» no tiene rostro y no se identifica con un individuo determinado ni con un grupo de individuos, sino que es una maquinaria, una escala de valores, un concepto abstracto, que gira con su propia inercia y que nos domina a todos de un modo u otro. Se debe dejar que este viejo orden, corrupto y abyecto, se derrumbe. El actual orden social y económico es una máquina criminal, falsa, usurera, esclavizadora y asesina que está destruyendo el mundo y a la humanidad, y que debe ser aniquilada y triturada sin contemplaciones. Occidente necesita una revolución total que barra de un plumazo absolutamente todas las falsedades y todos los vicios que nuestra cultura ha ido acumulando desde la caída del Imperio Romano. Se necesita que el movimiento de los indignados sea sustituido por el movimiento de los cabreados, y éste por el de los desesperados; un estallido social que barra las estúpidas diferencias guerracivilistas de derecha/izquierda y se centre en el verdadero guerracivilismo vigente: el de los parásitos contra los parasitados, el de «los mercados» contra los pueblos.

Los verdaderos gobernantes de España. Emilio Botín (Banco Santander), Francisco González (Banco Bilbao Vizcaya Argentaria) y Miguel Ángel Fernández (Banco de España).

El problema de desear una quiebra total, una Nigredo masiva que «resetee» el inconsciente colectivo de Occidente, es preguntarse qué vendrá después, si un gobierno mundial presidido por exactamente la misma casta miserable que ha provocado esta debacle y que la tenía prevista, o un sistema multipolar que represente los intereses de los pueblos a los que la crisis ha cogido desprevenidos. Está muy claro que Occidente necesita sistemas de poder de carácter socialista, que le devuelvan al Palacio su papel y que metan en cintura a los mercaderes y a la promiscuidad del dinero de este capitalismo orgiástico. La conquista del Estado es imprescindible para cualquier pueblo que quiera ser el amo de su propio destino, ya que el Estado es el medio perfecto para proyectar el poder y la voluntad sobre un territorio y sobre la masa humana que lo habita. El problema de permitir que el Estado acumule tanto poder es vigilar a quiénes se les permite llegar al Gobierno, es decir, a dirigir el Estado. Para esto deben formarse órdenes sociales a medio camino entre el monje y el soldado, y para ello sería necesario, a su vez, dar forma a un nuevo sistema ideológico, una nueva escala de valores, una nueva fe. Eso sólo puede nacer de la acción y del conflicto.

De momento, se está forjando la historia ante nuestras narices. Está teniendo lugar una nueva transición, y será dolorosa. Aferrarse al viejo orden es inútil: un nuevo orden económico, geopolítico, social y étnico está a las puertas y se lo podrá retrasar u obstaculizar, pero no detener. Esta nueva transición, que vendrá plagada de tumultos a todos los niveles, puede suponer una breve «ventana de oportunidad» para que los pueblos europeos se liberen de la tiranía plutocrática. El desastre, tocar fondo, será una gran oportunidad de cambio, purificación y regeneración. La Pax Capitalistae agoniza. «Ave» al César que vendrá.

NOTAS

[1] Familia Schiff (Jacob H. y Mortimer L.), hermanos Warburg (Max, Felix y Paul), Armand Hammer, Kuhn Loeb & Co., Otto H. Kahn, JP Morgan Chase, Max Breitung, Jerome H. Hanauer, Lazard Frères (París), Gunzbourg (París, San Petersburgo, Tokio), Speyer & Co. (Frankfurt, Londres, Nueva York), etc. Olaf Aschberg, del Nya Banken (Estocolmo) tuvo un importante papel de intermediario, y la familia Aschberg controlaría la banca de Estado de la URSS desde 1917. La familia Rothschild, amiga de Marx, financió sus escritos y los de Engels. La Standard Oil de John D. Rockefeller, Sr., cimentó un pacto petrolero con Stalin en 1926.

[2] Ver aquí, minuto 5:18.

[3] http://antimperialista.blogia.com/2011/060801-el-15-m-como-punta-de-lanza-de-nuevas-reformas-neoliberales.-coincidencias-entre.php

[4] http://antimperialista.blogia.com/2011/061401-martin-varsavsky-la-conexion-15-m-con-la-fundacion-rockefeller..php

[5] Ver aquí.

[X] Más sobre los motores del 15-M aquí.

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