El Kali Yuga en la Cosmovisión Cíclica: El destino del mundo según los indo-arios

El destino del mundo según los indo-arios

Todas las cosas sobre la Tierra son alcanzadas por la destrucción, pues sin destrucción no puede haber generación.

(Hermes Trismegisto).

Texto visto en EUROPA SOBERANA:

http://europa-soberana.blogia.com/2011/062403-el-destino-del-mundo-segun-los-indo-arios.php

Este texto que presento ahora es una selección de textos hindúes, que he visto en varias webs de corte tradicionalista. En su día me bajé el texto y ahora le doy un poco de forma, subrayo los pasajes que me parecen de particular interés, y añado un par de «apéndices» míos. Que conste que el cuerpo principal no es de mi autoría, y lo presento por el gran interés que tiene. No se debe interpretar este texto al pie de la letra, sino tomarlo como lo que es: una posibilidad de conocer el concepto del futuro que tenían las antiguas sociedades indoeuropeas, de las cuales la India védica fue el ejemplo más desarrollado.

LA DURACIÓN DEL UNIVERSO
Según una teoría que la filosofía Shivaíta denomina Niyati (determinismo), el desarrollo del mundo, de las galaxias, de las especies o de los individuos, está regulada por ciclos. Las civilizaciones nacen y mueren según ritmos ineluctables. Es por eso que no podemos comprender la historia del hombre más que con relación a la duración de los ciclos que rigen la vida en la Tierra. El primer estadio de la creación es el del espacio, el del recipiente en el cual el mundo va a poder desarrollarse y que, en el origen, no tiene ni límites ni dimensiones. El tiempo no existe todavía más que bajo una forma latente que podemos llamar la eternidad, ya que no hay medida, no hay duración, no hay antes ni después. Un instante no es en sí más largo o más corto que un siglo si no es con relación a un elemento de conciencia que permite determinar su dirección y medir su duración. Es la energía, por la producción de ondas vibratorias que tienen una dirección y una longitud, la que va a dar lugar a los ritmos cuya percepción va a crear la dimensión del tiempo, la medida del espacio y al mismo tiempo las estructuras de la materia. El tiempo percibido por el hombre corresponde a una duración puramente relativa concerniente a un centro de percepción (el ser vivo) en el mundo particular que es el mundo terrestre. No es un valor absoluto de tiempo. Sin embargo el tiempo humano es la única unidad de medida que nos es comprensible. Es con relación a él como podemos estimar la duración del Universo que no es, desde el punto de vista del principio creador, más que un sueño de un día, o bien la de ciertos mundos atómicos cuya duración no es más que una fracción del tiempo para nosotros infinitesimal. La duración es diferente únicamente en términos relativos ya que no existe un valor de tiempo más que como relación a un sistema de percepción particular.

El tiempo del principio creador, la duración de un día de Brahma que ve al mundo aparecer, desarrollarse, replegarse y desaparecer, es llamada un kalpä. Su noche dura otro kalpä.

(Lingä Purana, 1.4.6).

Se llama día de Brahma la duración del mundo material o aparente (Prakriti). Un período igual forma la noche de Brahma durante la cual el mundo cesa de existir. No se trata en realidad de día y de noche, estos términos son empleados simbólicamente.

(Linga Purana, 1.3, 3-6).

Durante el día de Brahma las células que componen el Universo (las galaxias, los sistemas solares) se forman, se destruyen, se renuevan, lo mismo que las partículas elementales que forman el ser humano se destruyen y se renuevan sin cesar.

El cosmos está hecho básicamente de diminutos puntos de luz en los que se concentra la energía y la materia, flotando en un vasto y oscuro «mar» de vacío o quizás antimateria. Las galaxias son elementos generatrices de luz, mientras que los agujeros negros son destructores. Sin embargo, por vasto que sea todo este entramado, los antiguos hindúes concebían el principio y final del universo, hablando de ciclos de despliegue y repliegue del cosmos, como si respirase. Esto no andaría muy lejos de la hipótesis moderna del «Big Bang» (una explosión primigenia que lanzó materia en todas las direcciones y que inició la expansión del universo) y del «Big Crunch» (la gravedad acaba venciendo la inercia de la explosión, que se pierde, y vuelve a comprimir todo el universo en un espacio mínimo, que explota de nuevo en otro big bang).

Los cálculos precisos de los ciclos del tiempo que van desde un guiño (kashta, aproximadamente un quinto de segundo) hasta la duración del Universo, se dan en numerosas obras, en particular los «Puranas».

La vida de Brahma (o vida del Universo) está dividida en mil ciclos llamados Mahâ Yugâ, o Gran Año (correspondiendo en el mundo terrestre a los ciclos de presesión de los equinoccios). El Maha Yuga durante el cual aparece y desaparece la especie humana, está dividido en poco más de 71 ciclos de 14 manvantaras.

(Linga Purana, 1.4.7).

Antes de la aparición de las especies vivas, aparecen primero los seres sutiles que presiden el despliegue de los diversos aspectos de la Creación. A las formas de conciencia que presiden la organización de la materia se las llama «dioses de los elementos» (Vishvädévä). A las que presiden la vida de las especies vivas, consideradas como entidades que se desarrollan en el tiempo y de las cuales los seres individuales son las células, son los «señores de las especies» (Prajâpati). Los seres que presiden el desarrollo del conocimiento, paralelamente al de la vida, y que son los testigos conscientes de la naturaleza secreta del Mundo, son llamados los «videntes» (Rishi). Los Rishi se manifiestan a veces en forma humana.

Durante lo que se llama día de Brahma, todo «lo que evoluciona» (vikriti) —incluidos los dioses de los elementos (Vishvädévä) y los que presiden la evolución (el despliegue) de las especies (Prajâpati), así como los seres sutiles o encarnados que presiden el despliegue del conocimiento, los testigos o videntes (Rishi)—, está presente. Desaparecen durante la noche cósmica y renacen de nuevo al alba del día.

(Linga Purana, 1.4., 1-4).

LOS CICLOS DE LOS YUGA
Los ciclos, ligados a los períodos astronómicos, determinan la vida de las especies. La duración de una especie humana esta incluida en un ciclo llamado Manvantara (período del reinado de un Manú, el progenitor-legislador del género humano). Cada uno de los Manvantara está dividido en cuatro edades o Yuga, presentando un declive gradual de los valores espirituales al mismo tiempo que un progreso material.

La duración relativa de las cuatro edades es respectivamente de 4, 3, 2 y 1. Cada edad está precedida de un período de amanecer y seguida de un período de crepúsculo. Estos períodos de transición (amsha) al comienzo y al final de cada edad duran una décima parte de la duración total de la edad.

(Linga Purana, 1.4, 3-6).

Las cuatro edades son llamadas: Krita Yuga, Treta Yuga, Dvapara Yuga, y finalmente Kali Yuga. Tienen una duración respectiva de 24.195, 18.146, 12.097 y 6.048,62 años.

Según el calendario tradicional hindú todavía en uso, el Kali Yuga comienza en el 3.102 antes de Cristo. Si aceptamos este dato para el comienzo del Kali Yuga, obtenemos el calendario siguiente:
Alba del Krita Yuga:                               58.042 AEC

Alba del Treta Yuga:                              33.848 AEC

Alba del Dvapara Yuga:                         15.703 AEC

Alba del Kali Yuga:                                3.606 AEC

Kali Yuga:                                             3.102 AEC [1]

Medio del Kali Yuga:                              582 AEC [2]

Comienzo del Crepúsculo:                      1.939 EC [3]

Final del Crepúsculo del Kali Yuga:          2.442 EC [4]

El crepúsculo del Kali Yuga habría comenzado por lo tanto en el año 1939 de nuestra era, en el mes de Mayo [5]. La catástrofe final tendrá lugar durante este crepúsculo. Los últimos vestigios de la humanidad actual habrán desaparecido en 2442. Partiendo de estos datos y remontando hacia atrás nos encontramos con que la primera humanidad habría comenzado en el año 419.964 antes de nuestra era, la segunda en el 359.477, la tercera en el 298.990, la cuarta en el 238.503, la quinta en 178.016, la sexta en el 118.529 y la séptima en el 58.042.

El primer período, el Krita Yuga («Era de la verdad»), es la era de la realización y de la sabiduría (corresponde a la Edad de Oro de Hesíodo). Con su amanecer y su crepúsculo, dura 24.194 años. [6]

A continuación viene el Treta Yuga, es decir «la Era de los Tres fuegos Rituales», la era de los ritos y también del hogar, es decir de la civilización sedentaria, agrícola y urbana. Su duración, con su alba y su crepúsculo, es en total de 18.145 años.

La tercera edad, el Dvapara Yuga o «Edad de la Duda», ve nacer las religiones y las filosofías contestatarias. El hombre pierde el sentido de la realidad divina del mundo y se aleja de la Ley Natural. El Dvapara Yuga dura 12.097 años.

Llega finalmente la cuarta edad o «Edad de los Conflictos», el Kali Yuga. Dura 6.048 años. Desembocará en la destrucción casi total de la humanidad actual.

 

LAS PREDICCIONES: LOS SIGNOS PRECURSORES
El período que precede al cataclismo que debe destruir la especie actual de los humanos está marcado por los desórdenes que son los signos anunciadores de su final. Como ocurrió en el caso de los asuras [los demonios en el hinduísmo, ES], Shiva no puede destruir más que las sociedades que se han alejado de su papel, han transgredido la Ley Natural. Según la teoría de los ciclos que regulan la evolución del mundo, nos aproximamos hoy en día al final del Kali Yuga, la Edad de los Conflictos, de las guerras, de los genocidios, de las malversaciones, de los sistemas filosóficos y sociales aberrantes y del desarrollo maléfico del saber que cae en manos irresponsables. Las razas, las castas, se mezclan. Todo tiende a nivelarse, y la nivelación, en todos los ámbitos, es el preludio de la muerte. Al final del Kali Yuga este proceso se acelera. El fenómeno de aceleración es uno de los signos de la catástrofe que se aproxima. Los «Puranas» describen los signos que caracterizan al último período, el crepúsculo del Kali Yuga.

Según el Linga Purana:

Son los más bajos instintos los que estimulan a los hombres del Kali Yuga. Ellos eligen preferentemente ideas falsas. No dudan en perseguir a los sabios. El deseo les atormenta. La negligencia, la enfermedad, el hambre, el miedo, se extienden. Habrá graves sequías. Las diferentes regiones de los países se opondrán unas a las otras.

Los libros sagrados ya no se respetarán. Los hombres no tendrán moral, y serán irritables y sectarios. En la edad de Kali se extienden las falsas doctrinas y los escritos engañosos.

Las personas tienen miedo, ya que descuidan las reglas enseñadas por los sabios y no efectúan ya más los ritos correctamente.

Muchos perecerán. El número de príncipes y de agricultores disminuirá gradualmente. Las clases sudras [«siervos», castas bajas, piel oscura, ES] quieren atribuirse el poder real y compartir el saber, la comida y los lechos de los antiguos príncipes. La mayor parte de los nuevos jefes es de origen sudra. Ellos perseguirán a los brahmanes [«sabios», castas altas, piel clara, ES] y a los que tengan sabiduría.

Se matará a los fetos en el vientre de su madre y se asesinará a los héroes.

Los sudras pretenderán comportarse como brahmanes, y los brahmanes como sudras.

Los ladrones llegarán a reyes, los reyes serán ladrones.

Muchas serán las mujeres que tendrán relaciones con varios hombres.

La estabilidad y el equilibrio de las cuatro castas de la sociedad y de las cuatro edades de la vida desaparecerán de todas partes. La tierra producirá mucho en algunos lugares y demasiado poco en otros.

Los dirigentes confiscarán la propiedad y harán de ella un mal uso. Ellos dejarán de proteger al pueblo.

Hombres viles que habrán adquirido un cierto saber (sin tener las virtudes necesarias para su uso) serán honrados como sabios.

Hombres que no poseen las virtudes de los guerreros llegarán a ser reyes. Habrá sabios que estarán al servicio de hombres mediocres, vanidosos y rencorosos. Los sacerdotes se envilecerán al vender los sacramentos. Habrá muchas personas desplazadas, errando de un país a otro. El número de hombres disminuirá, el de mujeres aumentará.

Los animales de presa serán más violentos. El número de vacas disminuirá. Los hombres de bien renunciarán a tener un papel activo.

Comida ya cocinada será puesta en venta. Los libros sagrados se venderán en las esquinas de las calles. Las muchachas jóvenes comerciarán con su virginidad. El dios de las nubes será incoherente con la distribución de lluvias. Los comerciantes harán operaciones deshonestas. Ellos estarán rodeados de falsos filósofos pretenciosos. Habrá muchos mendigos y parados. Todo el mundo empleara palabras duras y groseras. No se podrá confiar en nadie. Las personas serán envidiosas. Nadie querrá ser recíproco con un servicio recibido. La degradación de las virtudes y la censura de los puritanos hipócritas y moralizantes caracterizarán el período del fin de Kali.

Ya no habrá más reyes. La riqueza y las cosechas disminuirán. Grupos de bandidos se organizarán en las ciudades y en el campo. El agua escaseará y los frutos serán poco abundantes. Aquellos que deberían asegurar la protección de los ciudadanos no lo harán. Numerosos serán los ladrones. Las violaciones serán frecuentes. Muchos individuos serán pérfidos, lúbricos, viles y temerarios. Llevarán el pelo en desorden. Nacerán muchos niños cuya esperanza de vida no superará los dieciséis años. Aventureros tomarán la apariencia de monjes con la cabeza afeitada, vestimentas naranja, y rosarios alrededor del cuello. Se robarán las reservas de trigo. Los ladrones robarán a los ladrones. Las personas se volverán inactivas, letárgicas y sin objetivo. Las enfermedades, las ratas y las sustancias nocivas les atormentarán. Personas afligidas por el hambre y el miedo se refugiarán en los kaushikä («refugios subterráneos»).

Raras serán las personas que vivirán cien años. Los textos sagrados serán adulterados. Los ritos serán descuidados. Los vagabundos serán numerosos en todos los países.

Los heréticos se opondrán al principio de las cuatro castas y de las cuatro épocas de la vida. Personas no cualificadas pasarán por expertos en materia de moral y de religión.

Las personas masacrarán a las mujeres, a los niños y a las vacas, y se matarán unos a otros.

(Linga Purana, Capítulo 40).

Según el Vishnu Purana (Libro VI, Capítulo 1):

Las personas del Kali Yuga pretenderán ignorar las diferencias de castas y el carácter sagrado del matrimonio (que asegura la continuidad de una raza), la relación de maestro a alumno, la importancia de los ritos. Durante el Kali Yuga personas de cualquier origen se casarán con muchachas de cualquier raza. 

Las mujeres se harán independientes y buscarán bellos varones. Ellas se adornarán con peinados extravagantes y dejarán a un marido sin recursos por un hombre rico. Serán delgadas, golosas, apegadas al placer. Producirán demasiados hijos pero serán poco respetadas. No se interesarán más que en ellas mismas, serán egoístas, sus palabras serán pérfidas y engañosas. Mujeres de alta alcurnia se entregarán a los deseos de los hombres más viles y practicarán actos obscenos.

Los hombres no querrán más que ganar dinero, los más ricos serán los que detenten el poder. Aquellos que posean muchos elefantes, caballos y carros [«posesiones»] serán reyes. Las personas sin recursos serán sus esclavos.

Los jefes de Estado no protegerán ya más al pueblo sino que, por medio de los impuestos, se apropiarán de todas las riquezas. Los agricultores abandonaran sus trabajos de labranza y de cosecha para volverse kârû-karmä («obreros no especializados») y tomaran la conducta de los «fuera-de-casta» [los intocables, ES]. Muchos se vestirán de harapos, estarán sin trabajo, dormirán en el suelo, viviendo como miserables.

Por la falta de poderes públicos, muchos niños morirán. Algunos tendrán el pelo blanco ya a los doce años.

En estos tiempos la vía trazada por los textos sagrados desaparecerá. Las personas creerán en teorías ilusorias. No habrá ya más moral, y la duración de la vida se reducirá.

Las personas aceptarán como artículos de fe las teorías promulgadas por cualquiera. Se venerarán los falsos dioses en los falsos templos, en los cuales se decretarán arbitrariamente ayunos, peregrinajes, penitencias, donación de bienes, austeridades en el nombre de pretendidas religiones. Personas de baja casta llevarán un hábito religioso y, por su comportamiento mentiroso, se harán respetar.

Las personas tomarán el alimento sin haberse lavado. No venerarán ni el fuego doméstico ni a los huéspedes. No practicarán los ritos fúnebres.

Los estudiantes no observarán las reglas de su estado. Los hombres establecidos no harán ya más ofrendas a los dioses ni dones a las personas meritorias.

Los ermitaños (vanaprasthä) comerán comida de burgueses y los monjes (sanyasi) tendrán lazos amorosos (snéhä-sambandhä) con sus amigos.

Los sudras reclamarán la igualdad con los brahmanes. Las vacas no serán salvadas porque ellas darán leche.

Los pobres harán una gloria de su pobreza y las mujeres de la belleza de su cabello.

El agua faltará y, en muchas regiones, se mirará el cielo con la esperanza de un chubasco. Las lluvias escasearán, los campos se volverán estériles, los frutos no tendrán más sabor. El arroz faltará, se beberá leche de cabra.

Las personas que sufran la sequía se alimentarán de bulbos y de raíces. No tendrán alegrías ni placer. Muchos se suicidarán. Sufriendo de hambre y de miseria, tristes y desesperados, muchos emigrarán hacia los países en los que crece el trigo y el centeno.

Los hombres con poca inteligencia, influenciados por teorías aberrantes, vivirán en el error. Ellos dirán: «¿Para qué los dioses, los sacerdotes, los libros santos, las abluciones?»

Ya no se respetará más el linaje de los ancestros. El joven esposo irá a vivir a casa de sus suegros. Él dirá: «¿Qué significan un padre o una madre? Todos, según sus actos, su karma, nacen y mueren.» (Por lo tanto la familia, el clan, la raza, no tienen ningún sentido).

En el Kali Yuga los hombres no tendrán virtudes, ni pureza, ni pudor, y conocerán grandes desgracias.

(Vishnu Purana, VI.1).
Según el Linga Purana (Capítulo 40):

Durante el período de crepúsculo en que acaba el Yuga, el Justiciero vendrá y matará a los malvados. [7] Nacerá de la dinastía de la Luna. Su nombre es Samiti («Guerra»). Vagará por toda la Tierra con una vasta armada. Destruirá a los mlécchä [«bárbaros», «extranjeros»] por miles. Destruirá a las personas de baja casta que han tomado el poder real y exterminará a los falsos filósofos, los criminales y las personas de sangre mezclada. Comenzará su campaña en su trigésimo segundo año y continuará durante veinte más. Matará a millones de personas. La Tierra será arrasada, las personas se matarán entre ellas furiosamente.

Al final quedarán por un lado y por otro, grupos de personas que se matarán entre ellos para robarse mutuamente. Agitados y confusos, abandonarán sus mujeres y sus casas. No tendrán educación, ni ley, ni vergüenza, ni amor. Abandonarán los campos para emigrar fuera de las fronteras de su país. Vivirán del vino, de la carne, de las raíces y de los frutos, se vestirán con cortezas, con hojas, con pieles de animales. No utilizarán más la moneda. Tendrán hambre, estarán enfermos y conocerán la desesperación. Es entonces cuando algunos comenzarán a reflexionar.

(Linga Purana, Capítulo 40).

Para los romanos, que junto con los griegos constituyen la base de la Cvilización Occidental, Marte, regía la masculinidad, los acontecimientos bélicos y la violencia que los hombres producían sobre la Tierra. Para la astrología, los instintos, las pasiones, la destrucción y las guerras, se producen bajo el signo de este planeta.

LAS PREDICCIONES: EL «FIN DEL MUNDO»

Lo que se llama «Fin del Mundo» (Pralayä) ocurre de tres maneras: una provocada (Naïmittikä); la segunda natural (Prâkritä); la tercera inmediata (Atyantikä).

La destrucción provocada (que concierne a todos los seres vivos sobre la tierra), tiene lugar al final de cada kalpä (ciclo de los Yuga). A esta destrucción se le llama accidental o provocada.

La destrucción natural (Prâkritä) es la que concierne al Universo entero. Tiene lugar cuando cesa este sueño divino que es el mundo. La materia, el espacio, el tiempo cesan entonces de existir. Tiene lugar esta destrucción al final de los tiempos (Parardhä).

(Vishnu Purana, 1.3, 1-3).
La tercera destrucción llamada inmediata (atyankikä) se refiere a la liberación (moksha) del individuo, para el cual el mundo aparente cesa de existir.

Por lo tanto, la destrucción inmediata concierne al individuo, la destrucción provocada al conjunto de las especies vivas sobre la tierra, y la destrucción natural al fin del Universo.

 

LA DESTRUCCIÓN ACCIDENTAL, PROVOCADA, O NATURAL DEL MUNDO

La destrucción (de las especies vivas), que es llamada accidental o provocada (Naïmittikä), tendrá lugar al final del Manvantara (la era de un Manú) del ciclo de los Yuga. Concierne por lo tanto a la especie humana.

Tendrá lugar cuando el Creador no encuentre otro remedio que una destrucción total del mundo para poner fin a la multiplicación desastrosa y no prevista de los seres vivos.

(Mahabharata, 12.248, 13-17).

Será precedida de una sequía de cien años durante la cual los seres que no sean fuertes perecerán. Siete explosiones de luz secarán todas las aguas. Los mares, los ríos, los arroyos de las montañas y las aguas subterráneas quedarán desecados (…) Una masa de fuego girará con gran estruendo. Envueltos en esos círculos de fuego todos los seres móviles e inmóviles serán destruidos. El dios destructor inflará enormes nubes que harán un ruido terrible. Una masa de nubes cargadas de energía, destructoras de todo, aparecerá en el cielo como una manada de elefantes.

(Vishnu Purana, I, Capítulo 8, 18-31).

Algunas de estas nubes serán negras, otras blancas como el jazmín, otras ocres, otras amarillas, otras grises como los asnos, otras rojas, azules como el lápiz o el zafiro, otras salpicadas de manchas, naranja, índigo. Se parecerán a ciudades o a montañas. Cubrirán toda la Tierra.

Estas nubes gigantescas, haciendo un ruido terrible, oscurecerán el cielo e inundarán la tierra de una lluvia de polvo que apagará el fuego terrible. Después, por medio de un interminable diluvio, inundarán el mundo entero.

(Vishnu Purana, I, Capítulo 7, 24-40).

Cuando se leen las descripciones de los «Puranas», es difícil no pensar en las armas nucleares.

 

LA DESAPARICIÓN O MUERTE NATURAL DEL MUNDO

La destrucción del mundo esta implícita en el hecho mismo de la Creación, y sigue un proceso inverso en el pensamiento del Creador. Cuando la fuerza de expansión (tamás) y la de concentración (sattva) se equilibran, la tensión (rajas), que es la causa primera, la sustancia del Universo, cesa de existir y el mundo se diluye en lo imperceptible. Todos los vestigios de la creación son destruidos, pradhana y purusha quedan inactivos. La Tierra, la atmósfera, los mundos planetarios y extra-planetarios, desaparecen. Todo lo que existe se reúne en una sola masa líquida, un océano de fuego en el que se disuelve el mundo. Es en ese inmenso océano cósmico donde el principio organizador, Brahma, se duerme hasta que, al final de la noche, se despierta y, tomando la forma de un jabalí [símbolo de la casta espiritual de los brahmanes, pueblos del Norte], levanta un nuevo mundo. (Linga Purana, 1.4, 36-61)

La duración del Universo se expresa con un número de dieciocho cifras. Cuando el fin de los tiempos llega, el principio del olfato (gandha tanmatra) desaparece y, con él, la materia sólida. Todo se vuelve líquido.

Después desaparece el principio del gusto (rasa tanmatra) y con él el elemento líquido. Todo se vuelve gaseoso. A continuación desaparece el principio del tacto (sparsha tanmatra) y con él el elemento gaseoso. Todo se vuelve fuego.

Desaparece entonces el principio de la visibilidad, el rupa tanmatra (forma y luz).

Cuando la visibilidad desaparece no queda más que la vibración del espacio que desaparece en su momento.

No queda más que el espacio como un vacío de forma esférica en el cual sólo el principio vibratorio existe. Esta vibración es reabsorbida en el «principio de los elementos», es decir el principio de identificación o de individualidad (ahamkara).

Habiendo desaparecido los cinco elementos y los cinco sentidos, sólo queda el principio de individualidad (ahamkara) que forma parte de la fuerza de expansión (tamás) que, ella también, se disuelve en el Gran Principio (mahat tattva) que es el principio de la conciencia (buddhi).

El plan (purusha), indestructible, omnipresente, que es una emanación del ser, vuelve a su fuente.

(Vishnu Purana, I, capítulos 8 y 9).

El juego (lila) del nacimiento y de la desaparición de los mundos es un acto de poder del ser, que esta más allá de la sustancia (pradhana) y del plan (purusha), de lo manifestado (vyakta), de lo no-manifestado (avyakta) y del tiempo (kala).

El tiempo del ser no tiene ni principio ni fin. Es por eso que el nacimiento, la duración y la desaparición de los mundos no se detiene nunca. Después de la destrucción ya no existe ni día ni noche, ni espacio, ni tierra, ni oscuridad, ni luz, ni nada que no sea el ser más allá de las percepciones de los sentidos o del pensamiento.

(Vishnu Purana, I, Capítulo 1, 18-23).

 

EL CAMINO PARA UN TIEMPO DE DESASOSIEGO
Se encuentran en la Leyes de Manú una alusión al «dharma privado de pies» (el apada-dharma) que es el de un ciclo que se acaba, cuando los cuatro pies de la vaca mítica que simbolizan las cuatro edades de un ciclo, han sido cortados, y que el animal ya no puede sostenerse derecho. Durante este «tiempo de angustia», una cierta adaptación es necesaria, las castas pierden su estanqueidad, los deberes religiosos se aligeran. Es esta relativa facilidad donada a los hombres del Kali-Yuga lo que ha hecho decir a los sabios de los tiempos antiguos, como Vyâsa, que «es más fácil alcanzar la salvación en esta era». Para el Linga Purana «los méritos adquiridos en un año en el Treta-Yuga (la segunda edad) pueden serlo en un día en el Kali-Yuga». ¿Es esta una feliz consecuencia de la aceleración del tiempo? De ninguna manera, más bien es una puesta en movimiento de un equilibrio compensatorio que quiere que al final del ciclo, el espíritu se entregue más espontáneamente desde el momento en el que se ha vuelto más difícil para los hombres el alcanzarlo. La Ley se hace entonces más suave, menos exigente; la misericordia prima sobre el rigor, la gracia se difunde más generosamente.

A Arjuna cuando interrogaba a Krishna sobre la suerte del hombre que no se considera nada capaz de un verdadero esfuerzo ascético, el dios responde que ese hombre no está condenado ni en este mundo, ni en el otro, si a pesar de todo él es el autor de «bellas y buenas acciones». En una perspectiva semejante, Shrî Râmakrishna decía a sus discípulos que aunque sólo practicasen un dieciseisavo de su enseñanza, su salvación estaría asegurada.

El Islam prefiere, por su parte, evocar el «décimo de la ley», correspondiente a la última revelación del presente ciclo, «sello de la profecía». Este décimo comprende la profesión de fe, las oraciones cotidianas, la limosna, el ayuno anual y la peregrinación a La Meca. Por otra parte hay que considerar que estos «cinco pilares» pueden estar sujetos a interpretaciones diversas.

La parábola cristiana de los obreros de la undécima hora había ya abordado la cuestión. Aquellos que hayan trabajado una hora en el campo (que hayan puesto el esfuerzo espiritual mínimo) recibirán el mismo salario (un denario) que aquellos que hayan trabajado todo el día ―toda su vida, en pleno calor, es decir en el ardor ascético. Es así, concluye el evangelio de San Lucas, como los «últimos serán los primeros», lo que, para los cortos de vista, parecerá fundamentalmente injusto. Algunos apotegmas del desierto se hacen eco de los méritos de esos hombres de un final de jornada, de los cuales podemos pensar que nosotros formamos parte.

El Abba Ischiriôn declara a sus discípulos:

Nosotros hemos cumplido los mandamientos de Dios». ―¿Y aquellos que vendrán después de nosotros?― preguntan los discípulos. «Ellos intentarán llegar a la mitad de nuestras obras». ―¿Y aquellos que vengan después?― «Los hombres de esta generación no realizarán ningún trabajo (espiritual), la tentación vendrá sobre ellos, y aquellos que sean probados en ese tiempo, serán encontrados más grandes que nosotros, que nuestros padres y que los padres de nuestros padres.

El fin del Kali Yuga es un período particularmente favorable para una investigación y una búsqueda de la verdadera sabiduría:

La Edad de Kali, a pesar de ser un abismo de vicios, posee una ventaja única y preciosa: es suficiente con celebrar las alabanzas a Krishna para que, desembarazado de todas las ataduras, uno quede unido al ser supremo. (Bhâgavata Purâna, l, XII, Capítulo III, 52).

Algunos alcanzarán la sabiduría en poco tiempo porque los méritos adquiridos en un año durante el Treta Yuga pueden ser obtenidos en un día en el Kali Yuga. (Shiva Purâna, 5.1, 40-40).

Al final del Kali Yuga, el dios Shiva [la conciencia] se manifestará para restablecer la vía justa bajo una forma secreta y escondida. (Linga Purâna, 1.40.12)

Bienaventurados los hijos del Kali Yuga; como a ellos nada se les ha dado, nada les será exigido. (De un texto tántrico).

¡Excelente, excelente el Kali-Yuga! Lo que en la Edad de Plata o la de Bronce costaba largo tiempo y penosos esfuerzos, en el Kali Yuga se realiza en un día y una noche. (Vishnu Purana).

La puerta que lleva a la sabiduría se entreabre. ¿Tendrán los hombres el discernimiento y el coraje de entrar por ella?

APÉNDICE DE EUROPA SOBERANA —SOBRE EL RAGNAROK: EL DESTINO DEL MUNDO SEGÚN LOS PUEBLOS GERMANOS

Antes que nada, es preciso recordar que, para los antiguos, el tiempo se dividía en ciclos. Todos los pueblos indoeuropeos sin excepción reconocían que la «edad dorada» quedaba atrás, y que la edad que les había tocado vivir era la de la disgregación y la degradación. De ese modo, los griegos concibieron una edad de oro, una edad de plata, una de bronce, una «edad de los héroes» (que se corresponde con la época de la guerra de Troya) y finalmente una edad de hierro. Los romanos añadían, al comienzo, una edad de piedra y una de madera.

La misma idea de ciclos excluye una idea «apocalíptica» o de «fin del mundo», puesto que el fin de un ciclo no es más que el comienzo del siguiente. En la mentalidad de nuestros antepasados, las primeras edades fueron tiempos de justicia, armonía, belleza y sabiduría, que poco a poco se fueron corrompiendo hasta dar lugar a tiempos de traición, de conflictos, de violencia, de deshonor, de olvido de los dioses y de los ritos, de maldad, de materialismo, de mestizaje y de dejarse atrapar por los poderes «oscuros» que se oponen a los dioses.

Para los germanos, la Edad del Lobo, la última de todas las edades, sería un tiempo de guerras y catástrofes, que terminaría en el Ragnarok («destino de los dioses», también «oscurecimiento de los dioses»), la «rotura de todos los lazos» (es decir, la anulación de cualquier vínculo, control, restricción o barrera moral, y el regreso al caos primigenio), la destrucción de los nueve mundos, traída por una última guerra desesperada y a muerte entre las potencias divinas y las potencias demoniacas. A esta lucha sobrevivirían algunos dioses y hombres, y con las ruinas de la edad de hierro construirían una nueva edad de oro.

Veamos el lenguaje simbólico elaborada por el instinto subconsciente de los primitivos germanos para poder autoexpresarse y grabarse así en la memoria colectiva germánica. Es necesario volver a aclarar que se trata de algo simbólico, que cada elemento tiene un significado y que en modo alguno ha de tomarse al pie de la letra, como si fuese un simple cuento (del mismo modo, nadie interpreta un sueño de modo literal, sino que procura bucear en los símbolos). No deja de ser revelador que los germanos, una rama indoeuropea en el extremo geográfico opuesto al de los indo-arios, tuviesen un concepto de fin de ciclo muy similar al de sus primos orientales.

El Ragnarok sería precedido por Fibulwinter, un invierno de tres años de duración, en los que muchas personas morirán. Fenrir, el lobo que representa las fuerzas y los instintos caídos fuera de control, extendería el caos, la destrucción y la maldad por el mundo, haciendo que los hombres se corrompan cada vez más. Jormugand, la serpiente marina (un ouroboros que se muerde la cola, y que representa la materia y el tiempo, aquello que contiene al espíritu) que circula la tierra, la invadiría, inundándola con grandes olas y riadas de su veneno. Loki, el dios de sangre impura, causante de discordia y de envidia, romperá sus cadenas y se unirá a las criaturas de Muspelheim (el lugar del fuego, que representa el mundo infrarrojo y las potencias elementales) para combatir a los dioses. Los dos «lobos celestes», Skoll y Hati («Asco» y «Odio») que persiguen al Sol y a la Luna por el firmamento, finalmente les darán alcance y los devorarán.

El mundo se congelará, acabando con muchas vidas. Loki liderará un ataque sobre Asgard, el mundo de los dioses, y en este momento, el Valhala, la sala de los caídos, abrirá sus puertas. El Valhala se ha ido llenando con las almas de los hombres que, elegidos por las valkirias, han caído en combate por causas justas a lo largo de la historia. Con paredes hechas de lanzas de oro, un techo hecho de escudos de oro, y un gran árbol viviente que hacía de pilar central («eje del mundo»), el Valhala tenía 540 enormes puertas, por cada una de las cuales saldrán, codo con codo, 800 guerreros totalmente armados: 432.000 hombres en total. El cuerno de guerra suena en los nueve mundos, el puente-arcoiris Bifrost (que une el mundo de los dioses con el mundo de los hombres) se derrumba bajo el peso de los gigantes, y tiene lugar, en una llanura llamada Vigrid, la batalla más inmensa jamás vista, que enfrentará a los dioses contra sus enemigos y que ha estado escrita en el destino del mundo desde su misma creación.

Allí, Fenrir, que abre sus mandíbulas tanto que destruye todo lo que hay entre el cielo y el infierno, mata a Odín, pero será a su vez liquidado por Vidar, un hijo de Odín que representa el silencio y la venganza, que es el dios más fuerte después de Thor y mora en los bosques. Con su mano, agarrará el hocico de Fenrir, y colocando su pie sobre su maxilar inferior, le desgarrará la mandíbula. Loki y Heimdal (el dios blanco, depositario de sabiduría y progenitor de la humanidad) se matarán el uno al otro, igual que Garm (el lobo del inframundo, reminiscente del Can Cerbero griego) y Tyr (el dios de la guerra, del orden, de la lealtad y del honor). El conocido dios Thor —representante del trueno y de la fertilidad masculina, y principal campeón de los dioses— matará a Jormugand, pero caerá muerto por efecto de su veneno tras dar sólo tres pasos. Surt, el dios del mundo infernal, extenderá el fuego por los nueve mundos, toda vida será aniquilada y la tierra se hundirá en el mar.

Esto supondría el fin de los hombres y de la vida, y la destrucción de los nueve mundos; pero una pareja humana, Lif («Vida») y Lifthrasir («aquel que quiere la vida», o «deseo de vivir»), sobrevivirán trepando por el árbol Ygdrasil, el eje del mundo. Refugiados en las ramas del gran árbol, a través de sus hojas «verán cómo muere el Sol y nace de nuevo». Pasada la batalla y calmada la tempestad, surgirá del mar una nueva tierra, fresca y verde, pletórica de vida, y la pareja la poblará, renovando la civilización humana. Entre los dioses, vivirán Modi («Encolerizado») y Magni («Fuerte»), ambos hijos de Thor. Modi es un dios de la ira de batalla, mientras que Magni se supone el ser más fuerte de toda la Creación, más incluso que su padre. Ambos heredarán Miolnir, el martillo de Thor, que representa el rayo celeste y por tanto la fuerza de los dioses. Baldur, el dios de la belleza, de la luz y del orgullo, que había sido asesinado por Loki, y que se hallaba preso en el inframundo, renacerá. Vidar y Vali (un dios que nació expresamente para vengar la muerte de Baldur) sobrevivirán. Los seres supervivientes encontrarán un tablero de ajedrez («control sobre el mundo terrenal») con piezas de oro, y heredarán el papel regio y señorial de los antiguos dioses, en una era de justicia, orden y armonía.

Los germanos, pues, eran pesimistas por concebir la progresiva degeneración de la humanidad, que al tocar fondo desencadenará el despertar de los dioses y una guerra mundial que acabará con el mundo actual tal y como lo conocemos. Sin embargo, el optimismo también se halla representado aquí por la perspectiva de un nuevo renacimiento y un «nuevo comienzo», cosa que, en cambio, no existe en la tradición cristiana, que concibe un apocalipsis similar al que terminó con Roma, y un juicio final, sin más.

APÉNDICE DE EUROPA SOBERANA —¿CÓMO SE FORJARON ESTAS IDEAS?En suma, ¿de dónde sacaron todas estas cosas aquellos hindúes y germanos? Porque estamos hablando de «predicciones» muy específicas y, para colmo, gran parte de ellas se están cumpliendo. Además, el resto de las enseñanzas hindúes demuestran tener un conocimiento inmenso de la medicina, el sexo, el ritualismo, la simbología, el ascetismo, la alquimia interior, la anatomía, la alimentación, las matemáticas, etc., acertando plenamente en todos estos campos y anticipándose incluso a la ciencia moderna; y no veo por qué en el caso de la intuición y del «sexto sentido» debiera ser de otra manera.Hoy en día, la instrucción intelectual se limita a la memorización mecánica de datos, y en cambio se ha abandonado aquello llamado «sabiduría», a la cual nuestros antepasados daban tantísima importancia. Hoy tenemos «eruditos», doctores, licenciados o juristas de todo pelaje, la mayoría de los cuales se han limitado a ejercer de «disco duro» para un montón de datos de los que son incapaces de sonsacar conexiones ni lecciones prácticas para la existencia humana y la vida. Se parecen al típico dragón folklórico que, acaparando un gran tesoro, es incapaz de hacer nada con él que no sea mantenerlo en su lugar. Esto contrasta inmensamente con los tiempos de antaño, en los que la mayor parte de la población era analfabeta pero, en cambio, desarrollaba zonas importantes del cerebro que tenían que ver con el instinto, la memoria (obras como el Rigveda eran memorizadas por «bardos» que tenían un papel sagrado, y a los que se les vendaban los ojos para que no se distrajesen al recitarlos) y la intuición y que, por tanto, forjaba un tipo humano mucho más preparado para la vida en la Tierra.Entre las sociedades conectadas a la tierra y, por tanto, a la verdadera naturaleza humana —donde todas las funciones corporales y psicológicas funcionaban a la perfección porque habitaban bajo las condiciones para las cuales la evolución diseñó al ser humano—, se destacaron, desde orígenes inmemoriales, «sabios», grandes conocedores de la mente humana, del cuerpo, de la «magia» (simbología, ritualidad) y de la Naturaleza, que fueron en diversos lugares druidas, sacerdotes, chamanes, brahmanes, etc., y en los que el resto del pueblo reconocía instintivamente un vínculo con «lo celeste», es decir, con el mundo del espíritu, donde moraban los antepasados, los caídos en combate y las voluntades divinas que infunden vida y espíritu a las criaturas del mundo material. Estas personas, está reconocido (por ejemplo, las profecías del oráculo de Delfos en Grecia se cumplían siempre, y esto no tiene ninguna explicación «lógica»), debían, por fuerza, ser capaces de colocar sus mentes en estados desde los cuales accedían al conocimiento del futuro o de lugares remotos.En toda esta «escuela» tenían importancia capital los símbolos y los arquetipos, puesto que llevan aparejados todo un bagaje de datos y conocimientos, y son capaces de suscitar en el ser humano emociones o sentimientos determinados, estimular ciertos recuerdos o instintos, o literalmente programar la mente (las mitologías y el folklore europeo, incluyendo los episodios de los «cuentos de hadas», son realmente ejemplos de programación mental, como también lo son, sin duda, las actuales piezas televisivas de las que se nutre este nuevo «folklore globalizado» que tenemos ahora). Los símbolos, además, eran una manera eficaz de saltarse los datos tediosos y las largas explicaciones, y de llegar directamente a personas que estuviesen en condiciones de comprenderlos —ya se sabe que a buen entendedor, pocas palabras bastan. El problema es que generalmente, hoy en día, las condiciones en las que vivimos distan tanto de aquellas en las que estaban sumidos nuestros antepasados, que somos incapaces de procesar el abanico simbólico que manejaban, puesto que estaba diseñado para personas de un horizonte psicológico dominado por la tierra, las criaturas vivientes y el «más allá», la actividad física intensa, la cohesión del clan, el valor, la niebla, el frío, la nieve, las leyendas populares, los bosques, la importancia del ciclo solar, el misterio y la fascinación por un mundo que se percibe enteramente vivo y pletórico de energía y de movimiento… mientras que nosotros estamos acostumbrados a las masas de cemento y de cristal, a las cuatro paredes de una habitación/ discoteca/ escuela/ instituto/ universidad, a las sustancias nocivas que atacan la biología humana, a las series de televisión, a ideas hostiles a nuestra mente, a estilos de vida y conceptos psicológicos aberrantes y, en suma, a toda una serie de factores que nos alejan de nuestra naturaleza originaria, que se hallan en contradicción con nuestros circuitos mentales desde el momento en que nacemos, y que distorsionan nuestra memoria y nuestra percepción del mundo.En los tiempos en los que la vida era pura y el ser humano seguía el programa evolutivo para el cual Dios lo diseñó, la mente humana era como una intermediaria entre el mundo del espíritu (voluntad) y el mundo de la oscuridad (instintos), y los verdaderos misterios de la existencia le eran más accesibles que ahora. Compárese con cualquier escena cotidiana actual «moderna» y «sofisticada» (ver abajo), o con cualquier pobre hombre que, ante la pantalla de TV, se derrumba sobre el sofá tras una jornada de trabajo sedentaria entre cuatro paredes, desvitalizado y con un semen de pésima calidad.

En un principio, la sabiduría fue exclusivamente oral. Era ancestral, de modo que nadie sabía dónde estaban sus raíces. Con el tiempo, se plasmó por escrito. Los «Puranas» hindúes que hemos visto son parte de ellos; datan de la Edad Media, aunque recogían una tradición mucho más antigua, y han sido llamados «el quinto veda». En Europa, tuvimos menos suerte: el cristianismo persiguió esta sabiduría,  no ya sólo en los altos niveles de cultos iniciáticos, sino incluso a nivel de simples mujeres del campo que conocían hierbas medicinales o que podían ver a través de las personas. Aun así, han subsistido ciertas tradiciones, y en Islandia, una república medieval formada por noruegos y que actualmente es la democracia más antigua del mundo, se plasmó por escrito, entre otras cosas, la idea del «Ragnarok».

Sencillamente, los hombres sabios de las tribus de antaño habían llegado, por predisposición genética, por ejercicio de sus facultades o por ambas cosas, a un superdesarrollo de la intuición y de la clarividencia, que les permitía acceder a regiones cerebrales que, en el hombre moderno, han pasado mucho tiempo atrofiadas por el efecto del materialismo y de la vida sedentaria urbana. Según Arthur C. Clarke, «la magia es sólo ciencia que aun no somos capaces de comprender».

El «bienestar digno de lástima», o el «señorito satisfecho» del que hablaba Ortega y Gasset, esa comodidad burguesa, la molicie del plástico, la superficialidad y la alienación, son algunas de las causas de que el hombre moderno esté completamente alejado de su verdadero papel en el mundo.

Hay muchas personas que no creen en todo esto. No es mi intención convencerles de que existe la clarividencia, el «más allá» y todos estos asuntos, pero hasta el más escéptico y materialista deberá reconocer, en todo caso, que cualquier sociedad natural poseía una sabiduría «instintiva» que se ha perdido con el advenimiento de la revolución tecnológica, y que las sociedades tradicionales son «más espirituales» que las modernas. Cada cual debería reflexionar sobre las poco exploradas zonas oscuras del cerebro humano y el potencial que esconden.

NOTAS:

[1] Para situar al lector, ésta es la época en la que el faraón Menes unificó el Alto Egipto y el Bajo Egipto, la época de la cultura sumeria y del origen de la epopeya de Gilgamesh.
[2] Época del Cautiverio Babilonio, del reinado de Nabucodonosor II y del Pacto Renovado.

[3] Año de inicio de la II Guerra Mundial.

[4] Esto vendría a coincidir vagamente con el relato del sueño del emperador romano Juliano el Apóstata. Según esta leyenda, el emperador soñó, antes de morir, que el águila romana (emblema de Zeus-Júpiter, Sol, rayo) salía volando hacia el Este y se refugiaba durante dos mil años en las montañas más altas del mundo. Concluidos los dos milenios (Juliano vivió en el Siglo IV), el águila despertaría y volvería a Occidente portando un signo sagrado en sus patas. Una buena interpretación es que, tras las destrucciones anunciadas en las escrituras, habrá un largo periodo de vacío, calma e «hibernación» aparente, que sólo se romperá en el Siglo XXV con el nacimiento de un nuevo ciclo.

[5] Algunos acontecimientos históricos importantes en Mayo de 1939 son el nombramiento de Molotov como ministro de asuntos exteriores de la URSS, la retirada de tropas alemanas e italianas de España, el «Nuevo Plan Palestino» aprobado por los británicos, o la alianza militar germano-italiana.

[6] También llamado Satya Yuga. En esta época, el toro del Dharma, que simboliza el orden y la moralidad, se alzaba sobre sus cuatro patas, mientras que en el Treta Yuga sólo se sostendría sobre tres, en el Dvapara Yuga sobre dos y en el Kali Yuga sobre una, lo cual tiene mucho que ver con la duración relativa de 4, 3, 4, 1 de los ciclos, y con el mismo nombre de los ciclos (treta significa «tres», y dva, «dos»). Las escrituras hindúes hablan del Krita Yuga como una época consagrada a la meditación y a la virtud, y en la que no se concibe la traición ni la maldad. Así, según el Mahabharata, en esta era, todo lo que necesitaban los hombres «era obtenido por el poder de la voluntad», y no existía la enfermedad, la vejez, el odio, la vanidad o la tristeza, con lo cual se está hablando de una época en la que el ser humano era perfecto.

[7] Interesante mención a lo que podría considerarse como el «Mesías» o salvador de la espiritualidad y destructor de la decadencia, que encaja bastante bien con las diversas tradiciones, existentes en tantos pueblos, sobre un gran jefe o rey, que habría muerto en condiciones poco claras y que supuestamente se hallaría «hibernando» para despertar en un futuro momento de máximo peligro para salvar a su pueblo de la destrucción.

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4 respuestas a El Kali Yuga en la Cosmovisión Cíclica: El destino del mundo según los indo-arios

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