Leyenda negra: Mentiras históricas sobre la Conquista

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LA GRAN MENTIRA DE LA ESCLAVITUD Y EL GENOCIDIO ESPAÑOL EN AMERICA

De todas las mentiras que he escuchado a lo largo de mi vida sobre asuntos históricos, quizá entre las que más me molestan estén las relativas al papel ejercido por España en América. Las que conforman la “Leyenda Negra” que acusa a España de genocida y esclavizadora de los pueblos americanos durante la Conquista. Y me molestan porque son acusaciones falsas e infundadas, que a base de ser repetidas e introducidas con calzador en el ideario popular, hemos acabado por creérnoslas hasta los propios españoles.

Todo proceso histórico conquistador o colonizador conlleva el uso de la violencia y de las armas. Si bien el Imperio Romano invadió y conquistó España desde el siglo III A.C., arrasando y aniquilando a nuestros antepasados celtíberos, lusitanos, astures o cántabros, a nadie con un mínimo de inteligencia se le ocurriría hoy decir que Roma es la culpable de “la aniquilación de España” y del “sometimiento injusto” de nuestro pueblo. Más bien, los españoles mantendremos una deuda eterna con Roma por habernos dejado un legado inigualable tras su paso, latinizándonos y regalándonos su influencia y su organización. Algo parecido, o quizá de superior magnitud, sucedió en lo que respecta a la transmisión de riqueza a América tras nuestra llegada. La diferencia, sin embargo, es que el Imperio Romano no tuvo la mala suerte de contar con un enemigo anglosajón que volcara sobre él durante siglos infinitas mentiras y leyendas destinadas a diezmar su legitimidad y grandeza incontestables.

También los propios Tlaxcaltecas ayudaron a Hernán Cortés a derrotar a sus enemigos de Tenochtitlán (los Aztecas de Moctezuma), y los Aztecas, a su vez, combatieron junto a los españoles en posteriores colonizaciones…La historia, como vemos, es al final una sucesión de conquistas, y si bien se cometieron algunos casos aislados de maltrato durante los periodos de introducción y de Conquista (inevitables teniendo en cuenta las gentes, las circunstancias y la época) España no ejerció sobre los nativos americanos ningún tipo de genocidio ni esclavitud generalizado. Muy al contrario, podemos decir (y avalarlo con documentación y hechos contrastados de la historia), que España fue el único país de Europa que siempre protegió en su Conquista a los nativos de todos nuestros territorios de Ultramar, garantizándoles una vida digna y unos derechos integrales.

Pocos años después de nuestra llegada a tierras americanas, y en virtud de nuestra condición de Reino católico (clave en nuestra posterior relación con los indígenas), y del impulso de nuestros frailes Franciscanos y Jesuitas, fuimos los propios españoles quienes dictamos multitud de normas, leyes y decretos oficiales que protegían a los indígenas de cualquier abuso. Y fue la propia Reina Isabel la Católica quien determinó tras el primer viaje de Colón, que los indios nativos no debían ser considerados esclavos, ni siquiera gentes colonizadas, sino súbditos de pleno derecho de la Corona Española, como habitantes de las nuevas provincias recién descubiertas.

Llegada de Cristóbal Colón a América

Y nos tomamos tan en serio los españoles la aplicación de justicia sobre los indígenas del Nuevo Mundo, que la Monarquía Hispánica inmediatamente acometió las reformas necesarias para regular su trato de forma oficial. De esta manera, nada más dos décadas después de iniciarse el Descubrimiento (el 27 de diciembre de 1512), España abolió la esclavitud indígena mediante las “Leyes de Burgos”, en las cuales se emitieron las ordenanzas necesarias “para el gobierno con mayor justicia de los naturales, indios o indígenas” y se estableció que el Rey de España tenía derecho a “justos títulos de dominio del Nuevo Mundo, pero sin derecho a explotar al indio, que era hombre libre y podía tener propiedades, pero que como súbdito debía trabajar a favor de la Corona sin mediar la esclavitud, retribuido y con libertades garantizadas, a través de los españoles allí asentados. España anteponía la evangelización de los nativos a cualquier otra materia, nativos a quienes consideraba hermanos cristianos, dejando a un lado las excepciones salvajes que efectivamente se pudieran dar y de las que de ninguna manera fue culpable España como unidad.

Pero las “Leyes de Burgos” no fueron unas leyes aisladas en lo referente al trato a los indígenas, y treinta años más tarde (1542), España emitía las “Leyes Nuevas” ( o Leyes y ordenanzas nuevamente hechas por Su Majestad para la gobernación de las Indias y buen tratamiento y conservación de los indios), en las que entre otras cosas se regulaba aún más en detalle el trato a los nativos, proclamando de nuevo su libertad y suprimiendo igualmente las encomiendas. Eran normas emitidas por los propios españoles y que restaban derechos a los pobladores españoles en beneficio de los indígenas, algo inédito en aquel momento y digno de asombrosa admiración…En esas “Leyes Nuevas”, el Emperador Carlos I mandó constituir una comisión que determinara la limitación de los derechos de los españoles en sus encomiendas y el sistema y forma en que se llevaban a cabo las Conquistas (no podían violarse los derechos indígenas en ese proceso). En dichas leyes, también se regulaban los tributos que los indígenas debían aportar al Estado, como súbditos del Rey que eran y no como esclavos.

Plano de Lima en 1687, por entonces una de las ciudades más avanzadas del mundo

En resumen, en lo relativo al trato a los indígenas, las “Leyes Nuevas” aportaban lo siguiente:

Sobre la esclavitud:

* Cuidar la conservación y gobierno y buen trato de los indios

* Que no hubiera causa ni motivo alguno para hacer esclavos, ni por guerra, ni por rebeldía, ni por rescate, ni de otra manera alguna.

* Que los esclavos existentes fueran puestos en libertad, si no se mostraba el pleno derecho jurídico a mantenerlos en ese estado.

* Que se acabara la mala costumbre de hacer que los indios sirvieran de cargadores (tamemes), sin su propia voluntad y con la debida retribución.

* Que no fueran llevados a regiones remotas con el pretexto de la pesca de perlas.

* Se dictó orden a la armada española para la persecución y castigo de las naves esclavistas inglesas, holandesas y portuguesas que infectaban el caribe con destino a las colonias anglosajonas y a Brasil.

Sobre las encomiendas:

* Que los oficiales reales, del virrey para abajo, no tuvieran derecho a la encomienda de indios, lo mismo que las órdenes religiosas, hospitales, obras comunales o cofradías.

* Que el repartimiento dado a los primeros Conquistadores cesara totalmente a la muerte de ellos y los indios fueran puestos bajo la real Corona, sin que nadie pudiera heredar su tenencia y dominio.

Y es que, como decía el historiador e hispanista estadounidense Lewis Hanke, uno de los mayores expertos sobre Hispanoamérica: “Ninguna nación europea se responsabilizó de su deber cristiano hacia los pueblos nativos tan seriamente como lo hizo España. Y no solo cuidamos más que ningún otro país nuestra relación con aquellos nuevos compatriotas, sino que el nacimiento del Imperio Español en América supuso, de facto, en inicio de uno de los periodos más prósperos de la historia universal. Un periodo en el cual la ciudad de México llegó a convertirse en la urbe más grande y rica del planeta, o en el que cuando llegaron las independencias, España había creado un legado que convertía a Hispanoamérica en la región más próspera del planeta, con un nivel de vida y una economía incluso superiores a las de la Europa de entonces y con unas ciudades (como Lima, Santa Fe de Bogotá o México), mucho más importantes que Londres, París o la Roma de aquel momento…Y fuimos quizá tan respetuosos y precavidos, que podemos afirmar que los problemas reales de las independencias americanas no fueron causados por España, sino por los trágicos y mal llamados “libertadores”, que en nombre de una falsa igualdad arrebataron a los indios sus derechos y sus tierras comunales, amparadas por las leyes y los derechos que los españoles habíamos decretado siglos antes.

Nuestra labor en América no tuvo absolutamente nada que ver con genocidios o esclavitudes, y sin embargo sí mucho que ver con el florecimiento en América de una nueva cultura que venía a cambiar para mejor la que nos encontramos al llegar. Descubrimos sociedades tecnológica y humanamente 3000 años atrasadas, generalmente inconexas entre ellas, que en su práctica totalidad practicaban el canibalismo y los sacrificios humanos, y a las cuales situamos a la cabeza del mundo en pocos siglos. Y es España la responsable de haber trasladado a América el urbanismo, el derecho, las economías estructuradas, la agricultura, las universidades, las catedrales, las técnicas arquitectónicas, la influencia del Renacimiento, la imprenta, la rueda, la escritura, la música o la fe, entre otras infinitas cosas. Fundamos 23 universidades en América que daban educación a casi 200.000 alumnos de todas las clases sociales y razas (Portugal no fundó ninguna en Brasil durante su periodo colonial, mientras que la Inglaterra colonial de entonces, por ejemplo, hasta ese momento se había preocupado más bien poco por educar a sus indígenas), y a través de la península, hacíamos llegar a América todas las corrientes intelectuales y las artes que la grandiosa España de entonces absorbía.

CAPITULO XII del testamento de ISABEL LA CATOLICA: «Por cuanto al tiempo que nos fueron concedidas por la Santa Sede Apostólica las islas e tierra firme del mar Océano, descubiertas e por descubrir, nuestra principal intención fue, al tiempo que lo suplicamos al Papa Alejandro sexto de buena memoria, que nos hizo la dicha concesión, de procurar inducir e traer los pueblos de ellas e los convertir a nuestra Santa Fe católica, e enviar a las dichas islas e tierra firme del mar Océano perlados e religiosos e clérigos e otras personas doctas e temerosas de Dios, para instruir los vecinos y moradores de ellas en la Fe católica, e les enseñar e doctrinar buenas costumbres e poner en elfo la diligencia debida, según como más largamente en las Letras de la dicha concesión se contiene, por ende suplico al Rey, mi Señor, muy afectuosamente, e encargo e mando a la dicha Princesa mi hija e al dicho Príncipe su marido, que así lo hagan e cumplan, e que este sea su principal fin, e que en ello pongan mucha diligencia, e non consientan e den lugar que los indios vecinos e moradores en las dichas Indias e tierra firme, ganadas e por ganar, reciban agravio alguno en sus personas e bienes; mas mando que sea bien e justamente tratados. E si algún agravio han recibido, lo remedien e provean, por manera que no se exceda en cosa alguna de lo que por las Letras Apostólicas de la dicha concesión nos es infundido y mandado».

¿Qué se cometieron atrocidades e injusticias? Sin duda, sí. ¿Qué hubo quienes utilizaron su poder personal para esclavizar a veces a los indígenas? También. Pero el 95% de las muertes acaecidas por aquel tiempo en América no son producto de las armas españolas, sino de los virus y enfermedades (como la gripe, la viruela, la escarlatina o el sarampión), que inevitablemente se transmitieron de España a América y de América a España entre dos mundos que hasta ese momento habían estado permanentemente aislados entre sí.

Por todo ello, creo que es deber de toda la comunidad Hispanoamericana conocer estos hechos, para no dejarnos seguir engañando por la leyenda negra creada por el mundo anglosajón y por quienes encabezaron las distintas independencias e hicieron creer a algunos que la bellísima historia común que tenemos no fue sino una vulgar y cruel escabechina. Con un poco de rigor histórico y cultura, descubrimos que lejos de ser aquello que esos dicen, la historia de España en América es uno de los periodos más hermosos y prósperos de la historia universal, porque España no fue a América para irse sino para quedarse, para construir y para fusionarse. Y fruto de ese aporte y de esa fusión son sus ciudades y sus gentes de hoy, que son el mejor ejemplo vivo de aquella gesta sin igual que hermanó para siempre a una comunidad de naciones que hoy engloba a 450 millones de personas.

FUENTE: “Guía políticamente incorrecta de la civilización occidental”, adaptación española basada en: The Politically Incorrect Guide to Western Civilization. Anthony Esolen y José Javier Esparza Torres. Ciudadela Libros, S. L. Madrid (2009). ISBN: 978-84-96836-56-3

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7 respuestas a Leyenda negra: Mentiras históricas sobre la Conquista

  1. santo caos dijo:

    «Hemos venido aquí a servir a Dios y al Rey, y también a hacernos ricos» , Bernal Díaz del Castillo, Guatemala, siglo XVI

    «¿Lograremos exterminar a los indios? Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar. Esa canalla no son más que unos indios asquerosos a quienes mandaría colgar ahora si reapareciesen. (…). Se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado».

    Domingo Faustino Sarmiento. Argentina, Diario El Nacional del 25/11/1876

    «Los pueblos indios además de nuestros problemas específicos tenemos problemas en común con otras clases y sectores populares tales como la pobreza, la marginación, la discriminación, la opresión y explotación, todo ello producto del dominio neocolonial del imperialismo y de las clases dominantes de cada país».

    Declaración de Quito, 1992

    Hace 523 años el grito proferido por Rodrigo de Triana la madrugada de un 12 de octubre desde su puesto de vigía en el palo mayor de la Pinta informando de la tierra avistada, cambiaría dramáticamente el curso de la historia. Sus repercusiones siguen estando presentes: son, sin más, el cimiento de nuestro mundo actual. Puede decirse sin temor a equivocarnos que el amanecer de ese día comenzó el verdadero proceso de globalización, completado hace unas décadas con la caída del campo socialista con su grito triunfal de “terminó la historia”, siendo al mismo tiempo el ocaso de las civilizaciones americanas originarias.

    Más de cinco siglos han pasado desde aquel entonces, y la deuda pendiente no parece llegar a su fin. En un sentido, esa deuda es impagable. ¿Por qué?

    El «descubrimiento» de América –eufemísticamente llamado «encuentro de dos mundos»– (lo que, más que encuentro, fue «encontronazo»)–, o lo que con más precisión podemos llamar «el inicio del mundo moderno capitalista», es un hecho de una trascendencia sin par en la historia de la Humanidad: inaugura un escenario novedoso que sienta las bases para la universalización de la cultura del imperio dominante, ya a escala planetaria en aquel entonces, mucho más solidificado en la actualidad, cinco siglos después, con la entrada triunfal de las tecnologías de la comunicación e información que vuelven al planeta una verdadera aldea global. El imperio dominante del siglo XVI era el incipiente –pero ya avasallador– capitalismo europeo (representado en ese momento por la España imperial y la Gran Bretaña que se empezaba a industrializar). «Modo de vida occidental», podría llamarse ahora, o libre empresa, o economía de mercado. La llegada de los europeos a tierra americana y su posterior conquista fue la savia vital que alimentó la expansión del capitalismo.

    Estas circunstancias de la historia colocan ese encuentro de civilizaciones en la perspectiva de una relación absoluta y radicalmente desigual; en términos estrictos fue más que un «encuentro»: fue el sojuzgamiento (sanguinario) de una sobre otra. Fue, en principio, una invasión militar, seguida luego de un avasallamiento cultural. Hubo vencedores y vencidos, sin lugar a dudas, por lo que la idea de «encuentro» es demasiado débil, ingenua en el mejor de los casos. ¡O hipócrita!

    El 12 de octubre marca la irrupción violenta de la avidez europea (capitalista) en el mundo, llevándose por delante –religión católica mediante– toda forma de resistencia que se le opusiera, y haciendo de su cultura la única válida y legítima, la presunta «civilización». Lo demás fue condenado al estatuto de barbarie. En tal sentido, entonces, lo que se produce en ese lejano 1492 es, con más exactitud, un encontronazo monumental, sangriento, despiadado. Por cierto, salen mejores parados del mismo los que detentaban la más desarrollada tecnología militar. Y para el caso, fueron los españoles. Al día de hoy, esa relación no ha cambiado en lo fundamental, y de la espada y la cruz pasamos a la dependencia tecnológica y a las impagables deudas externas de nuestros países.

    Han pasado 523 años desde aquel grito, y ningún habitante originario del continente americano se siente «descubierto». En realidad no hay nada que festejar el 12 de octubre, no hay «día de la raza» o «día de la hispanidad» que venga a cuento. Hay una historia forjada a sangre y fuego, sigue habiendo una herida abierta, y fundamentalmente hay una deuda no saldada. ¿Quién la va a pagar? ¿Es posible pagarla?

    Por otro lado: ¿qué «raza»? La historia la escriben los que ganan, por lo que ese encontronazo de civilizaciones fue contado por los vencedores –los españoles, para el caso, luego los anglosajones en relación a América del Norte– en la forma de «hazaña», de «gesta gloriosa». Los pueblos americanos no tienen la misma versión. No digamos la población negra de África, que más tarde fue transplantada al continente «descubierto» en calidad de mano de obra esclava. ¿Cuál es la proeza en todo ello? Si a alguien benefició todo esto, seguro que no fue ni a los africanos ni a los americanos.

    Pero hay algo bien importante: el triunfo de la conquista fue muy grande, y los latinoamericanos seguimos sufriendo hoy «complejo de inferioridad». No es infrecuente ver en cualquier ciudad latinoamericana, o incluso en sus regiones rurales, a algún ciudadano (hombre o mujer) de aspecto aindiado, moreno, en definitiva: no-blanco desde el punto de vista fenotípico, con el cabello teñido de rubio. En esta sufrida región del mundo, para ambientar un programa cultural radial o televisivo, en principio a cualquiera se le podría ocurrir usar música llamada «clásica» (música académica europea de los siglos XVII, XVIII o XIX) y no, seguramente, cumbia o ranchera. Y si se trata de organizar una cena de lujo muy probablemente cualquier habitante latinoamericano pensaría en ofrecer langosta, algún plato con un complicado nombre en francés –aunque no se sepa bien qué es–, lasagna quizá… pero seguro que no arepa, humita ni indio viejo. Y por supuesto, para ir «bien» vestido, un varón debe llevar saco y corbata y una mujer tacones altos con joyas y mucho perfume; sería de «mal gusto» presentarse en güipil o con chaqueta de colores típicos como el actual presidente de Bolivia, Evo Morales. Los palacios gubernamentales, aún rodeados de palmeras y bajo abrasadores soles tropicales, deben tener muchas columnas jónicas y dóricas con amplias escalinatas de mármol como los de los «hombres blancos» del norte, y la juventud «chic» canta en inglés. ¡¿Cómo habría de tararear una canción en guaraní o en mapuche?! Y en diciembre, ¡por supuesto!, los malls (también se puede decir shopping centers) se llenan de pinos plásticos y nieve artificial con un viejo barbudo vestido con trajes de piel (que nunca se sabe de qué se ríe…) y que viaja en trineo (¿trineo para la nieve en nuestros países?). Y si pensamos en pirámides fabulosas, pensamos en las de Egipto, olvidando que en Mesoamérica hay otras tan fantásticas como aquéllas (la más grande del mundo, por cierto, está en Guatemala: El Mirador). Dato marginal: la civilización maya llegó al concepto de número cero hace más de mil años, cuando en Europa se perseguían brujas por herejía. ¿Por qué lo latinoamericano no es «civilizado»? ¿Maldición de Malinche? Ah, por cierto: la «civilizada» Europa aún mantiene reyes. Sí, sí: monarcas, majestades, ¡parásitos que viven lujosamente sin trabajar! ¿Civilización?

    Mucho tiempo ha pasado desde la llegada de los europeos al «Nuevo Mundo»; la historia siguió su paso, y de aquel momento inaugural del capitalismo hoy tenemos un Norte desarrollado, opulento, y un Sur que se debate en la pobreza y la dependencia. Por cierto que mucho ha cambiado el mundo en estos más de cinco siglos. Que «la rueda de la historia haya avanzado» es una cuestión abierta que llama a la discusión; para las grandes civilizaciones como la inca, la azteca, la maya, no parece que este «descubrimiento» haya tenido grandes beneficios. Para el capitalismo europeo, fue toral: consistió en su acumulación originaria, su empuje inicial. Sin la conquista de América no podría haber habido capitalismo europeo.

    Hoy, 523 años después del grito que comenzaba a cambiar la historia, los pueblos americanos (hay quien los llama «precolombinos»… ¿Antes de Colón? ¿No suena ostentoso eso: antes de Colón no había historia?), no se han recuperado aún del trauma que significó la llegada «del hombre blanco»; de grandes civilizaciones, tan o más desarrollados que los europeos, pasaron a ser mano de obra casi esclava, destruyéndoseles buena parte de su rico acervo cultural, condenados a grupos subalternos. Las empleadas domésticas y los trabajos más mal pagados en cualquier punto de América no lo hacen los blancos.

    ¿Cómo limpiar esa afrenta histórica?

    La historia siguió su curso; la historia oficial, aquella que cuentan los ganadores, intentó borrar esas grandes culturas transformando a sus miembros en ciudadanos de países inventados en estos últimos siglos: los incas pasaron a ser peruanos, los mayas guatemaltecos, los aymarás bolivianos, los aztecas mexicanos, los guaraníes paraguayos, los mapuches chilenos, etc. Las tierras saqueadas en la conquista, los recursos robados y enviados a España –que terminaron enriqueciendo a la emergente industria europea–, los miles y miles de vidas de amerindios segadas, la humillación a que se sometió a los pueblos americanos, la postración histórica a la que se les condenó y de la que hoy, como Tercer Mundo, cuesta tanto remontar… ¿se puede resarcir? ¿Quién lo va a pagar? ¿Cómo? La entrega del Premio Nobel de la Paz a la dirigente maya-quiché Rigoberta Menchú el día del 500 aniversario del inicio de la conquista es un buen gesto, pero no basta.

    El 12 de octubre, más que día de festejo (¿qué festejar?) debería ser un día de vergüenza humana.

    • Adversario dijo:

      Vaya, vaya, tratando de desacreditar a la Hispanidad citando las diatribas pro-genocidas de Sarmiento… Ese de hispanista tenía muy poco, eh? Masón, pro-británico, anti-integracionista y uno de los artífices de la criminal guerra de la “Triple Alianza” contra el Paraguay de Solano López…

  2. Adversario dijo:

    12-O: Perón sobre los detractores de la Conquista española de América

    https://adversariometapolitico.wordpress.com/2015/10/13/12-o-peron-sobre-los-detractores-de-la-conquista-espanola-de-america/

    A contramano de quienes hoy se dicen sus seguidores, el fundador del Justicialismo reivindicó siempre la herencia hispánica y la obra civilizadora de la Madre Patria. Su defensa del concepto de “raza”

    En un discurso pronunciado en la Academia Argentina de Letras el 12 de octubre de 1947, Perón exaltó a una Argentina “coheredera de la espiritualidad hispánica” que, “al impulso ciego de la fuerza, al impulso frío del dinero”, le oponía “la supremacía vivificante del espíritu”.

    El entonces presidente de la Nación veía en la cultura hispana un reservorio de energía espiritual en medio de “un mundo en crisis” y de una humanidad “acongojada”.

    “La historia, la religión y el idioma nos sitúan en el mapa de la cultura occidental y latina, a través de su vertiente hispánica, en la que el heroísmo y la nobleza, el ascetismo y la espiritualidad, alcanzan sus más sublimes proporciones”, decía Perón.

    Aquel discurso del 12 de octubre fue pronunciado en homenaje a Cervantes. Recordarlo, dijo Perón en la ocasión, “es reverenciar a la madre España, (…) afirmar la existencia de una comunidad cultural hispanoamericana de la que somos parte y de una continuidad histórica que tiene en la raza su expresión objetiva más digna”.

    Defensa del concepto de raza y de la empresa colonizadora

    En nuestro país, el colmo de la corrección política llevó a cambiar el nombre de Día de la Raza al de Día del Respeto a la Diversidad Cultural, como si la denominación anterior hubiese sido inspirada por el racismo. Nada más lejos de la realidad. De hecho, fue en tiempos de don Hipólito Yrigoyen que se instituyó ese feriado. El hombre tiene una estatua en Plaza Lavalle; a lo mejor algún iconoclasta de hoy lo quiere “acostar”…

    Deberían escuchar a Perón, quien casi anticipándose al infantilismo revisionista de hoy, dedica varias líneas de su discurso a explicar que el de raza no era un concepto biológico, sino espiritual y también una reivindicación del mestizaje que dio origen a nuestras nacionalidades iberoamericanas.

    “Para nosotros –decía Perón-, la raza no es un concepto biológico. Para nosotros es algo puramente espiritual. Constituye una suma de imponderables que hace que nosotros seamos lo que somos y nos impulsa a ser lo que debemos ser, por nuestro origen y nuestro destino. (…) Para nosotros los latinos, la raza es un estilo. Un estilo de vida que nos enseña a saber vivir practicando el bien y a saber morir con dignidad”.

    En su discurso, el General también hizo una encendida defensa de la empresa colonizadora: “La obra civilizadora de España cumplida en tierras de América no tiene parangón en la Historia. Es única en el mundo. (…) Su empresa tuvo el sino de una auténtica misión. Ella no vino a las Indias ávida de ganancias y dispuesta a volver la espalda y marcharse una vez exprimido y saboreado el fruto. (…) Venía para que esos pueblos se organizaran bajo el imperio del derecho y vivieran pacíficamente. No aspiraban a destruir al indio sino a ganarlo para la fe y dignificarlo como ser humano…”

    Los autores de la leyenda negra

    Muy significativo es también el señalamiento que hace Perón sobre quiénes están detrás de la promoción de la “leyenda negra” sobre la conquista y colonización de América por los españoles. Un dato del que los autodenominados antiimperialistas de hoy deberían tomar nota.

    Dice Perón: “Su empresa [la de España] fue desprestigiada por sus enemigos (…). Todas las armas fueron probadas: se recurrió a la mentira, se tergiversó cuanto se había hecho, se tejió en torno suyo una leyenda plagada de infundios y se la propaló a los cuatro vientos. Y todo, con un propósito avieso. Porque la difusión de la leyenda negra, que ha pulverizado la crítica histórica seria y desapasionada, interesaba doblemente a los aprovechados detractores. Por una parte, les servía para echar un baldón a la cultura heredada por la comunidad de los pueblos hermanos que constituimos Hispanoamérica. Por la otra procuraba fomentar así, en nosotros, una inferioridad espiritual propicia a sus fines imperialistas, cuyos asalariados y encumbradísimo s voceros repetían, por encargo, el ominoso estribillo [de] nuestra incapacidad para manejar nuestra economía e intereses, y la conveniencia de que nos dirigieran administradores de otra cultura y de otra raza”.

    La obra española en América es enumerada a continuación por el General en su discurso en los siguientes términos: “Allí están, como prueba fehaciente (de su magnífico aporte a la cultura occidental), las cúpulas de las iglesias asomando en las ciudades fundadas por ella; allí sus leyes de Indias, modelo de ecuanimidad, sabiduría y justicia; sus universidades; su preocupación por la cultura, (…) su celo por difundir la verdad revelada”.

    Sangre americana

    Pero, y esto también es relevante en momentos en que se lleva el indigenismo al extremo de reivindicar la fragmentación étnica de nuestras sociedades, Perón reivindica el mestizaje, que fue una política deliberada de la metrópoli, a diferencia de otros imperios que sí fueron racistas ya que se mantuvieron demográficamente aislados de sus colonias: “España levantó ciudades, edificó universidades, difundió la cultura, formó hombres, e hizo mucho más; fundió y confundió su sangre con América“.

    “Son hombres y mujeres de esa raza –siguió diciendo Perón- los que en heroica comunión rechazan, en 1806, al extranjero invasor [y] es gajo de ese tronco el pueblo que en mayo de 1810 asume la revolución recién nacida; es sangre de esa sangre la que vence gloriosamente en Tucumán y Salta y cae con honor en Vilcapugio y Ayohuma; es la que bulle en el espíritu levantisco e indómito de los caudillos; es la que enciende a los hombres que en 1816 proclaman a la faz del mundo nuestra independencia política; es la que agitada corre por las venas de esa raza de titanes que cruzan las ásperas y desoladas montañas de los Andes, conducidas por un héroe en una marcha que tiene la majestad de un friso griego; es la que ordena a los hombres que forjaron la unidad nacional, y la que alienta a los que organizaron la República; es la que se derramó generosamente cuantas veces fue necesario para defender la soberanía y la dignidad del país”.

    Por último, hay que señalar que este discurso de Perón es una interpelación clara al revisionismo del presente que, paradójicamente, al revés de lo que proclama, peca de falta de conciencia histórica. Aunque en el discurso oficial se han colado últimamente proclamaciones en el sentido de asumir el pasado “sin beneficio de inventario”, se actúa, y sobre todo se relata, en sentido contrario.

    “Si la América olvidara la tradición que enriquece su alma –advertía Perón aquel 12 de octubre de 1947-, rompiera sus vínculos con la latinidad, se evadiera del cuadro humanista que le demarca el catolicismo y negara a España, quedaría instantáneamente baldía de coherencia y sus ideas carecerían de validez. Ya lo dijo Menéndez y Pelayo: ‘Donde no se conserva piadosamente la herencia de lo pasado, pobre o rica, grande o pequeña, no esperemos que brote un pensamiento original, ni una idea dominadora’. Y situado en las antípodas de su pensamiento, (Ernest) Renan afirmó que ‘el verdadero hombre de progreso es el que tiene los pies enraizados en el pasado”.

    “Por mi parte –proclamó Perón-, me he esforzado en resguardar las formas típicas de la cultura a que pertenecemos, trazándome un plan de acción [que] tiende, ante todo, a cambiar la concepción materialista de la vida por una exaltación de los valores espirituales”.

  3. Adversario dijo:

    La leyenda negra. Un ataque a nuestra identidad

    http://www.peronvencealtiempo.com.ar/actualidad/politica-nacional/81-la-leyenda-negra-un-ataque-a-nuestra-identidad

    Puede decirse, sin temor a exagerar, que la leyenda negra consiste en un juicio negativo e «inexorable», aceptado sin indagar su origen ni veracidad, según el cual España habría conquistado y gobernado América durante más de tres siglos, haciendo alarde de una sangrienta crueldad y una opresión sin medida, que no encontraría comparación en la historia occidental moderna. La fábula anti-española sostiene que la empresa del Descubrimiento se llevó a cabo por una insaciable codicia y avaricia, cuyo objetivo no sería otro que la sed de oro que tenía el imperio español; para lo cual no se dudó en perpetrar un «genocidio» sobre las poblaciones indígenas, causando 50 millones de muertos.

    El disparate que acabo de citar encuentra su origen en la figura del padre fray Bartolomé de Las Casas, un fraile dominico nacido en Sevilla en el año 1474. Este clérigo estuvo por vez primera en América acompañando a Ovando, en el 1502. Hacia 1522, Las Casas acentúa una campaña a favor de un mejor trato a los indígenas por parte de los españoles, en quienes pesaba la misión de evangelizar y civilizar en las tierras recientemente descubiertas. La obra de Las Casas pasa del alegato y de la prédica, al sermón escandaloso y panfletario. A este tenor pertenece su «Brevísima relación de la destrucción de las Indias»; escrita en 1542. Dicha obra fue tomada; sacada de contexto y exagerada por los enemigos de la Hispanidad, que la utilizaron como medio para desprestigiar al Imperio. Así, los países protestantes adversarios de España actuaron en combinación contra ella; principalmente Holanda e Inglaterra, aunque también participaron del infundio Francia y Alemania. Es de esta manera que se comenzó a hablar de España como una nación oscura y decadente, atribuyendo las mencionadas características a la identidad católica de sus monarcas y su cultura. Los países nombrados anteriormente disputaban el predominio marítimo y comercial con España, que era la potencia de la época (en el siglo XVI y parte del XVII); y la guerra propagandística y difamatoria que encararon les servía para ganar terreno en Europa (y varios siglos después en el mundo entero).

    Retomando el tema de la obra del fraile dominico; la misma no resiste el menor análisis historiográfico o científico (el relato es vago e impreciso; no dice ni cuándo ni dónde se consumaron los horrores de los que habla, ni precisa nombres ni lugares); y es útil recordar (y he aquí una de las innumerables contradicciones de los anti-hispanistas), que su autor era español, obispo católico y asesor de la monarquía. Para ser ecuánime, corresponde reconocer que lo que Las Casas proclamaba como justo, efectivamente lo era. La Conquista de América no podía consumarse negando en los hechos los preceptos que la Iglesia consideraba sustanciales. Era necesario extremar el cuidado en el tratamiento con los indígenas. Pero lo malo del asunto era que Las Casas no se detuvo ante nada y arremetió contra todo, sin reparar en el medio al que echaba mano, y citando a Rómulo D. Carbia: «Los excesos [de Las Casas] llegaron a ser tantos que hubo un momento en que algunos hombres cuerdos tuvieron dudas sobre la autenticidad de los escritos que circulaban como suyos. La explicación de ello puede estar, a mi juicio, en el hecho de que Las Casas, presa de sus desenfrenos de celo, no paró mientes ni en la gravedad del falso testimonio». En efecto, como se ha dicho, cuando el dominico echó a rodar su libro, éste fue utilizado vilmente por los enemigos del trono y de la causa que éste y el mismo Las Casas representaban.

    Actualmente, la tan repetida leyenda sigue igual o más vigente que en los tiempos de su creación. Liberales y marxistas la utilizan como medio para justificar separatismos en las naciones, basándose en un falaz e ideologizado etnocentrismo. Desde ya que lo que aún hoy se sigue persiguiendo como objetivo, es el ataque a la cristiandad; que junto a los mencionados estados-nación, constituye el último bastión de resistencia frente a las pretensiones hegemónicas del Nuevo Orden Mundial.

    Los marxistas modernos; reciclados inteligentemente en el gramscismo, buscan azuzar el culto anti-católico y anti-hispano enfrentando dialécticamente dicha cultura con la precolombina, de donde surgiría una nueva conciencia de los «pueblos oprimidos» dispuestos a encarar la rebelión. Pero lo que resulta más irónico es que estos aprendices de izquierdistas ni siquiera leen a sus propios intelectuales. Como muestra de ello, basta citar la opinión de Juan José Hernández Arregui sobre la conquista española: «[…] El nacimiento de la nacionalidad no puede segregarse del período hispánico. Desligar a estos pueblos de su largo pasado, ha sido una de las graves desfiguraciones históricas de la oligarquía mitrista que se aquilató en el poder en 1853 […] El menosprecio hacia España arranca de los siglos XVII y XVIII como parte de la política nacional de Inglaterra. Es un desprestigio de origen extranjero que se inicia con la traducción al inglés, muy difundida en la Europa de entonces, del libro de Bartolomé de las Casas, . El título lo dice todo. Un libelo. Con relación a esta publicación J. C. J Metford, recuerda que, en la dedicatoria se invoca a Cromwell . La leyenda negra fue difundida por los ingleses como arbitrio político, en una época en que los Habsburgos mandaban sobre Europa y amenazaban a Inglaterra, entonces una potencia de segundo orden […] En realidad lo que estaba en juego era el próximo desplazamiento del poder naval […] España dejó de ser parte rectora de un glorioso pasado europeo para descender a menoscabo espiritual, todavía perdurable en muchos argentinos que recibieron sobre España la idea extranjera que de sí misma se formó la oligarquía de la tierra –a pesar de su genealogía española- al ligar sus exportaciones al mercado británico. En tal sentido, este sentimiento antiespañol, es la remota proyección en el tiempo, de aquella inicial rivalidad entre España e Inglaterra. Y la denegación de España, de parte de la oligarquía, en su nuez, no es más que el residuo cultural mortecino de su servidumbre material al Imperio Británico. Los pueblos en cambio, se mantuvieron hispánicos, filiados al pasado, a la cultura anterior. Lo cual prueba el poder de esa cultura española que la oligarquía repudió para vivir en adelante de prestado». Siguiendo con las contradicciones de los apologistas del «indigenismo» y a modo de síntesis de «ideas-fuerza» para polemizar con ellos, puede decirse lo siguiente:

    – España no sojuzgó a las tribus americanas, ni les impuso una cultura. Por el contrario, con el descubrimiento y conquista de América las mismas se incorporaron a la cultura universal; entre otras cosas, con la adopción de la lengua castellana; la misma que utilizan los agitadores vernáculos para castigar a España. En el mismo sentido, es importante destacar que los estados culturales de los aborígenes eran sumamente variados. Había culturas que se hallaban en los comienzos de la edad de los metales, como el caso de los aztecas y los mayas; y otros con un notorio retraso, en la etapa del neolítico y aún también del paleolítico, como eran los amazónicos y fuéguidos. De lo antedicho se desprende pues, que a su llegada a América, los españoles no encontraron una cultura uniforme, sino una gran gama de situaciones culturales diferentes. Estas distinciones se veían reflejadas en los idiomas disímiles de cada tribu, por lo que los conquistadores estudiaron los idiomas vernáculos y compusieron gramáticas y diccionarios para el aprendizaje de las lenguas indígenas. Asimismo, la Iglesia sostuvo que la tarea pastoral de evangelización debía efectuarse en los idiomas originarios; por ende se exigió al misionero, en su doble labor de sacerdote y maestro, que conociera la lengua de la parcialidad respectiva. Felipe II lo ordenó en 1580, para lo cual se estableció en las universidades de México y Lima cátedras de nahualt y quichua. Todos estos hechos hicieron posible en gran parte, que en la actualidad se conozcan y hablen las lenguas aborígenes.

    – Jamás existió genocidio alguno perpetrado por España. En primer lugar, según estudios serios (ver las investigaciones de Angel Rosenblat cuya base científica son los empadronamientos realizados durante el período hispano, como así también la posibilidad de alimentación que ofrecía América según las técnicas de cultivo de la época para albergar habitantes), la población total de América al llegar los españoles (desde México a Tierra del Fuego, y con la exclusión de Brasil) era de aproximadamente 11 millones y medio de personas. De ninguna manera podía existir una población de 70 o 90 millones como pretenden los «indigenistas», más aún, habría que preguntarles cómo hubiera hecho Hernán Cortés para conquistar con 500 hombres una región con tamaña población; o cómo podría ser posible que América tuviera más habitantes que Europa, considerando que ésta contaba con alimentación, vivienda, condiciones sanitarias y un nivel de civilización mucho más elevados (al momento del descubrimiento se estima la población Europea entre 60 y 80 millones de habitantes). Si lo dicho no basta para refutar el «cuento del genocidio», recurriré para concluir con este tema a simples apreciaciones matemáticas. Tomando como cierto el asesinato en masa de aborígenes, elevando la cifra de muertos a 50 millones (como aseguran «batiendo el parche» los seguidores de la Leyenda); desde 1492 que llegaron los españoles hasta 1810; esto es, 318 años; se obtiene la insostenible cifra de que fue necesario matar 157.232 indios por año; lo que es lo mismo que 13.102,72 aborígenes por mes; es decir, 430,77 nativos por día; o finalmente, 17,94 indios por hora…lo que nos lleva a determinar que se mataba un indio cada tres minutos. Todo esto, sin dormir, ni comer, ni conquistar ni fundar ciudades, ni construir caminos, universidades, etc. Creo que sobran los comentarios…la matemática no miente.

    – La conquista no fue una acción imperialista destinada a subyugar y explotar a los indios; apropiarse de sus tierras y de sus riquezas. Al respecto es conveniente decir que, la crítica cae en abierta contradicción en caso de no provenir de fuentes cristianas, toda vez que no es posible negar la propiedad privada (como lo hace el marxismo) y reclamarla después en el accionar de los otros. Tampoco es posible hablar ligeramente de subyugación y explotación por parte del español, como si antes de su llegada no hubiera existido el sometimiento de los pueblos más débiles y pacíficos bajo el yugo de los más poderosos y belicosos. Hay que decir que los pueblos precolombinos estuvieron asentados en la conquista guerrera y expansionista sobre pueblos vecinos que se convirtieron en tributarios sometidos a la voluntad de los vencedores. El hecho histórico es que, por ejemplo, el imperio azteca se construyó sobre los restos de las comunidades tolteca, chiquimeca y tecpaneca. Tanto es así que los Tlaxcaltecas, que eran tributarios suyos, se aliaron a Cortés, quién los liberó. El estudioso Soustelle Jacques afirmaba que podía interpretarse la historia de Tenochtitlán, entre el año 1325 y 1519, como la historia de un Estado imperialista que perseguía su expansión a través de la conquista. Por su parte, el Imperio inca se erigió sobre la base del sometimiento de los aymaras y yuncas. Su método de dominación consistía en erradicar las poblaciones vencidas a otras partes del Imperio, mezcladas con grupos fieles al inca que las vigilaban. Tan atroz era la situación en América, que numerosos historiadores coinciden en señalar que antes del Descubrimiento, el mundo americano era un enorme campo de batalla. Luchaban entre sí; aztecas contra Toltecas, mayas contra aztecas y caribes; caribes contra siboneyes, panches contra caribes; diaguitas contra incas; charrúas contra pampas, etc. Las luchas eran terriblemente sangrientas y los derrotados eran asesinados o esclavizados y la verdad histórica es que antes de la llegada de los españoles, la mayoría de los indios estaban sometidos a la tiranía de sus caciques, a las persecuciones rituales y al expansionismo belicoso de las tribus más fuertes. Nada de esto dicen los «amantes del indigenismo»; como tampoco señalan que fue España quién prohibió por ley la esclavitud de los indios. Resulta poco serio entonces, calificar a los españoles de imperialistas y ladrones mientras que los saqueos y expoliaciones de aztecas o incas no son juzgados de la misma manera. Tampoco puede desconocerse ni negarse el mérito del Estado Español (único ejemplo en la historia de Europa) de haberse interrogado por los justos títulos que le daban derecho a efectuar la Conquista y así; sabios, teólogos, juristas, humanistas, frailes y letrados discutieron a fondo la problemática, dando origen con Francisco de Vitoria y la Escuela de Salamanca al nacimiento del derecho internacional moderno.

    – En lo que al cuento de «la sed de oro» y afán de lucro se refiere; no hay razón alguna para negar la existencia de móviles económicos en la Conquista. Sin embargo, España no planificó una política de expoliación y vaciamiento de América; si concibió, en cambio, una relación comercial que finalmente no acabó beneficiándola. Según el análisis de Earl Hamilton la religión católica, motivó la expulsión de moros y judíos del territorio español, y este hecho impidió la participación activa en la vida económica del país de las clases más capaces para ello. La salida de metales del «nuevo mundo» no sirvieron para enriquecer a España, sino al circuito capitalista manejado por Inglaterra. Por eso (más allá de otras muchas y complejas razones) es que ya en el siglo XIX se acentúa el ascenso de la Pérfida Albión y la decadencia española. La Conquista dejó aciertos y errores, como toda empresa humana; fue una gesta de hombres, que en pos de un ideal humano y religioso, vinieron a América a evangelizar y elevar como personas a los aborígenes.

    – Finalmente, y para terminar, hay que destacar el esfuerzo español al llevar adelante su obra, y éste surge ennoblecido en relación a los procederes, propósitos y actitudes de otras potencias que solamente fueron colonizadoras. Inglaterra por ejemplo, se estableció en el Norte de América, en la costa atlántica, y se desinteresó de todo empeño misionero o cultural respecto de los aborígenes. A su vez, a los nativos no se les permitía convivir ni mezclarse con los blancos; no hubo entonces mestizaje, ya que el indio era considerado un ser inferior. Cualquier actitud hostil de parte de ellos para con los conquistadores era contestada con terribles represalias, o sencillamente, con la muerte. Las corrientes pobladoras no intentaron penetrar el continente, puesto que la posesión de la costa bastaba para alcanzar los fines económico-comerciales. Compárese entonces, esta actitud con la de España y se verá quién ejecutó realmente un genocidio. Pues, a no dudarlo, España, creó pueblos, civilizó, transmitió cultura, mezcló en el mestizaje su sangre con la de las razas autóctonas, evangelizó y también libertó. Lejos de tiranizar, los españoles liberaron a aquellos que gemían bajo imperios despóticos y brutales, para ellos entonces, como para nosotros ahora, la irrupción de España en América significó su pacificación y liberación.

    Bibliografía:

    – Petrocelli, Héctor, Lo que a veces no se dice de la Conquista de América, Rosario, Didascalia, 2000.

    – Caponnetto, Antonio, Hispanidad y Leyendas Negras, La Teología de la Liberación y la Historia de América, Buenos Aires, Nueva Hispanidad, 2001.

    – Carbia, Rómulo, Historia de la Leyenda Negra Hispanoamericana, Nueva Hispanidad, 2000.

  4. Bonifacio dijo:

    La leyenda negra ya es cansadora y no se le creen ni sus gestores.Es brillante el concepto de raza hispánica de Perón el único gran estadista que dió iberoamérica Por eso creo que lo mejor es seguir adelante y no preocuparse por el pasado, Los intentos artificiales de volver a los rituales indígenas que ni los mismos indígenas saben si no se los enseñan en la escuela de indigenismo de Southamton, son risibles o trágicos. Lo que si es seguro es que el plan Kalergy es una realidad en todo el mundo y que lo pósitivo de Europa y en iberoamérica de España debe ser denigrado y si es posible olvidado es una realidad. Es en fin el plan masónico que viene desarrollándose desde hace siglos. En Europa se lo ve ahora con la futura disolución de Alemania en una republiqueta arabico islamica y ese es solo el comienzo.No nos olvidemos que Lutero dijo » Lieber Tuerke als Katholik» preferible un turco que un católico.

    • Luciano dijo:

      DIsculpa… amigo he realizado investigaciones acerca del tema y la verdad me parece prudente arrojarte esta pregunta sabes algo acerca del plan masonico?? Sí si es verdad te agradecería que la compartieras…

  5. Una sola pregunta: ¿Usted conoce la México D.F.? es que si es así, seguro que habrá visto que debajo de la catedral hay lo que hoy son ruinas. Trato como algo relevante el tema de la fe, cuando me parece que es lo central en todas estas guerras y muertes. En todo lo demás creo que estamos de acuerdo, la universidad por ejemplo, se agradece y ya solo con eso, valdría la pena celebrarlo juntos.

    Saludos.

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