Desestabilización atlantista contra Ucrania

Lo que se está viviendo actualmente en Ucrania  es una repetición, ésta vez con grandes dosis de violencia, de la ya acontecida «revolución naranja» ingenierizada por el atlantismo hace diez años. Igual que la llamada «primavera árabe», y mucho antes el «mayo del 68» francés (cuyo objetivo era destruir el curso soberanista que el país galo tenía bajo el General De Gaulle), las fuerzas pro-«occidentales» (es decir, anglo-sionistas) buscan derrocar al legítimo gobierno de Viktor Yanukovich, porque éste ha preferido una alianza con Moscú en vez de la sumisión a la dictadura de los tecnócratas de Bruselas, que pretendían meter al país en la siniestra construcción masónica conocida como «Unión Europea».

La proximidad de Yanukovich a Putin, y su orientamiento haushoferiano hacia el este y hacia el proyecto eurasiatista encabezado por Rusia (y del que también forman parte la Belarus de Lukashenko y el Kazajstán de Nazarbayev), ha provocado que estalle nuevamente en Ucrania una de esas «revoluciones» «por la libertad y la democracia», y que está ya adquiriendo las preocupantes características de las «rebeliones populares» vistas en los países árabes hace ahora tres años. El «occidente» sionista-imperialista está entrenando a bandas de criminales para que extiendan el caos en las manifestaciones mediante actos de terrorismo callejero, particularmente en la capital, Kiev.

«Pacíficos manifestantes»

Grupos de individuos enmascarados, armados con varas metálicas, bates de beisbol y cócteles molotov, atacan a agentes de la policía y a edificios gubernamentales. Así también empezaron los disturbios en Libia y Siria, que luego degeneraron en lo que todos sabemos. Se pretende de ese modo provocar reacciones contundentes de las fuerzas de seguridad, que justifiquen la «toma de medidas» por parte de «la comunidad internacional».

La «revolución naranja» de la corrupta y delincuente Timoshenko (que es para Ucrania lo que Jodorkovsky para Rusia) fue un golpe de estado blando, sin embargo lo que se está viviendo hoy, resulta más preocupante por la violencia creciente y el surgir de escuadrones de energúmenos, que como en los países árabes, podrían pasar de ser llamados «manifestantes» a ser considerados «rebeldes», si la escalación continúa.

Ucrania está bastante polarizada entre su parte oeste y su parte este; los ucranianos orientales son tradicionalmente filo-rusos (y hablan el ruso como lengua materna), mientras que en el oeste del país abunda un sentimiento anti-ruso, un nacionalismo ucraniano de carácter chovinista («meta-separatista», pues Ucrania ya es otro estado) y simpatías hacia «occidente», pues no son pocos los que ingenuamente creen que la «UE» encarna a todo lo bueno: la «democracia», «el progreso económico», «la libertad», «los derechos humanos», etc. Ésta polaridad está siendo explotada por el atlantismo sionista para dividir al país (ya que en éste caso no pueden hacerlo en base a confesiones religiosas o grupos étnicos) y propiciar una evolución guerracivilista del conflicto.

La desestabilización de Ucrania ha adquirido una nueva dimensión. En «el granero de Europa», no todos los nacionalistas chovinistas son (conscientemente) pro-occidentales y no todos los pro-occidentales son nacionalistas chauvinistas. Pero todos ellos, lo sepan o no, son tontos útiles al servicio del imperialismo atlantista. La divergencia de opiniones en el seno de los «opositores» es también astutamente utilizada por los conspiradores internacionales a la hora de hundir al país en el caos.

Oleh Tyahnybok (el «Wilders» ucraniano), del partido «Svoboda» con John McCain

El partido «nacionalista» Svoboda está corrompido hasta la médula por el pro-atlantismo y el yankisionismo, ya no ocultan lo que son, ya no engañan a nadie, se han quitado la máscara y han dejado al descubierto que son la versión euro-oriental del «nacionalismo» kosher que profesan Geert Wilders o Marine Le Pen. El jefe de Svoboda llegó a reunirse públicamente con John McCain, así como otro líder opositor, el abiertamente filo-occidental Vitali Klitschko, que además se entrevistó con oficiales de la OTAN. Ésto en cuanto al pro-occidentalismo obvio y visible.

Tontos útiles neonazis en las protestas de Ucrania – El de la derecha es uno de los «manifestantes» muertos en Kiev. Era bielorruso, y estaba buscado por Minsk.

Pero además, resulta que los que están realizando mayores actividades de terrorismo callejero en Kiev, son precisamente bandas organizadas de «militantes opositores» que se ven a sí mismos como «nacionalistas» y dicen estar en contra tanto de Rusia como de la «UE». Muchos de ellos son neonazis (no nacional-socialistas, sino la parodia moderna y degenerada del NS). No son conscientemente pro-occidentales, pero están siendo utilizados, igual que los terroristas wahabitas en Siria no son conscientemente sionistas, pero siempre resultan funcionales a los intereses de éstos, haciéndoles el trabajo sucio y actuando como carne de cañón. Los neonazis son al Nacional-Socialismo lo que los wahabitas al Islam. En Ucrania, una vez más, lo estamos comprobando. Lo mismo aconteció en Yugoslavia a principios de los años noventa, cuando muchos nacionalistas europeos (y neonazis), engañados, acudieron para integrarse en las milicias de los chovinistas croatas del pro-atlantista Franjo Tudjman (a quien apoyaba el Vaticano y la Alemania de Kohl), para luchar contra el gobierno soberanista e integracionista de Belgrado. Aquel «nacionalismo» croata, igual que el separatismo filo-wahabita de los bosnios de Izetbegovic (apoyado, como hoy los «rebeldes sirios», por Arabia saudí y Turquía) sólo resultó útil a la consabida estrategia del «divide y vencerás» siempre implementada por el imperialismo globalista. Aquellos «nacionalistas» croatas, igual que sus «camaradas» ucranianos hoy, no eran más que herramientas subversivas utilizadas por la OTAN.

El objetivo final del imperialismo globalista es doblegar al gigante ruso, que tras el desastroso periodo de Yeltsin, ha ido resurgiendo en toda su dimensión geopolítica, eurasiatista y multipolar. La talasocracia mundialista busca conquistar y someter al Heartland, el cual se les escapa cada vez más de las manos, y que se ha dispuesto a iniciar el camino de la autarquía euroasiática. El asedio a Ucrania, como la guerra contra Siria y los hostigamientos a Irán, es un paso más hacia el objetivo final: Rusia.

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